Béisbol

A TIRO DE HIT

El año que Gooden se adueño de las GL

Un escrito del periodista Ken Davidoff publicado la semana pasada nos hizo recordar la in­creíble temporada de Dwight Gooden en 1985, cuando se convirtió en la sensación del mundo del béis­bol.

Con 20 años de edad, el lanzador derecho de los Mets de Nueva York tuvo una de las tem­poradas más dominantes de la llamada “Era de la Bola Viva”, que ya abarca un siglo.

El jovencito se había dado a conocer inicial­mente en 1983, cuando ponchó 300 batea­dores en 191 entradas lanzando en la Liga de Carolina Clase A. Al concluir su actuación, fue promovido al equipo Tidewater, sucursal AAA de los Mets que competía en los playoffs de la Liga Internacional. Allí Gooden se juntó por primera vez con Davey Johnson, quien sería nombrado dirigente de los Mets a partir de la próxima temporada.

Johnson llegó a los entrenamientos de 1984 con el plan de llevar a Gooden a las mayores de inmediato, pero encontró resistencia del gerente general Frank Cashen.

Al final, el talento de Gooden y la insistencia de Johnson se impusieron, y el muchacho ga­nó el premio de Novato del Año de la Liga Nacional, ganando 17 partidos y ponchando 276 bateadores siendo un “teenager”.

Esa actuación preparó el escenario para la in­comparable actuación de 1985. En esa esta­ción obtuvo 24 victorias con apenas cuatro derrotas y un PCL de 1.53 que es el segundo mejor para un lanzador abridor en los últi­mos 100 años. Solo Bob Gibson lo supera con su marca de 1.12 en 1968.

El joven dominó en la primera parte de la temporada, pero escaló a otro nivel luego del Juego de Estrellas, cuando tuvo récord de 11-1, 1.34 y un WHIP de 0.93.

En septiembre fue prácticamente intocable, al permitir dos carreras limpias en 53 episo­dios, para PCL de 0.34. Ganó cuatro de seis aperturas, y en dos ocasiones en que se fue sin decisión tiró nueve entradas en blanco sin recibir respaldo ofensivo. Impresionante.

De acuerdo a Baseball Reference, concluyó la temporada con un WAR de 12.2, el mejor pa­ra un lanzador en los últimos 100 años.

Aquella actuación marcó la cúspide de la ca­rrera de Dwight Gooden, cuya vida se com­plicó a partir del año siguiente. La fama llegó muy rápido, acompañada de enormes expec­tativas, dinero a manos llenas, malas compa­ñías, consumo de alcohol y eventualmente una terrible adicción a la cocaína.

Posteriormente sufrió una lesión en el hom­bro que terminó de desviar lo que parecía un camino directo al Salón de la Fama luego de sus hazañas de 1985.

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