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CON LOS CAMPEONES

El legado de Franchy

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Mario Emilio GuerreroSanto Domingo

En menos de un mes, el deporte dominicano ha sufrido golpes devastadores con el fallecimiento de Nelly Manuel Doñé, Chicho Sibilio y Franchy Prats. Sus muertes privaron al país de 3 hombres que hicieron grandes contribuciones a nuestro movimiento deportivo en los roles que les tocó desempeñar. El último en morir fue Prats, el pasado lunes, acrecentando una estela de tristeza que se inició con el deceso de Doñé el 29 de julio y que el día 9 del presente mes nos abrumó aún más con la repentina partida de Sibilio. Con Franchy se fueron muchas cosas. Perdimos su eterna sonrisa, su trato amable y cariñoso, la energía positiva que siempre irradiaba en cada encuentro, en cada saludo, en cada abrazo. Se fueron sus bromas y comentarios jocosos, sus salidas ingeniosas que nos hacían reír aunque no quisiéramos. Pero, y esto es lo más importante, nos dejó un legado que será imperecedero: su ejemplo de hombre de bien y buen ciudadano, de persona dedicada por entero a su familia. Del ser humano luchador que no se doblegó ante nada y que a pesar de su enfermedad, batalló hasta su último aliento. Cuando recuerdo mis vivencias junto a Franchy no puedo más que sonreír y eso hace que su ausencia resulte menos dolorosa, pues quien lo conoció sabe que transpiraba alegría y un entusiasmo extraordinario que contagiaba a quienes estaban a su alrededor. Son muchas las anécdotas vividas junto al querido amigo ido a destiempo y entre tantas les voy a relatar una de mis preferidas. A principios de los años 80, compré un motor de los denominados saltamontes. A pesar de que tenía también un carro, casi todo el tiempo me movilizaba en el vehículo de dos ruedas, lo que preocupaba mucho a mis padres, ante la eventualidad de que pudiera tener un accidente. La presión fue tan grande que decidí vender el motor. Cuando le propuse a Franchy que me lo comprara, diciéndole que mi familia no quería que me pasara algo, me contestó: “o sea, ¿que tú lo que quieres es que quien se mate en el motor sea yo, verdad? Nos partimos de risa y luego me dijo, “déjamelo barato que te voy a comprar”. Y así lo hizo. Te voy a extrañar, querido amigo. Descansa en paz.

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