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CON LOS CAMPEONES

El discurso de Mariano Rivera

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MARIO EMILIO GUERREROSanto Domingo

Para mi Panamá querida, algo especial que aprendí a hacer fue siempre donde iba representar a Panamá y dar lo mejor de mí”. “A todo el pueblo de Puerto Caimito que me escucha, gracias. Son especiales para mí. Todos los niños que me escuchan en Panamá, gracias”. “A todo el fanático latinoamericano y pueblo panameño, esto es para ustedes”. No vayan a pensar, amables lectores, que esas frases entrecomilladas fueron expresadas por algunos de los próceres de la independencia panameña. No, son fragmentos del discurso del ex relevista de los Yankees de Nueva York, Mariano Rivera, al ser inducido la pasada semana al Salón de la Fama de Cooperstown. En ocasiones como la exaltación de un atleta a la inmortalidad, se estila este tipo de consignas, donde se pone de manifiesto el amor a la patria y el nacionalismo del homenajeado.

Pero, lo incongruente es que Rivera nunca demostró con hechos ese amor que ahora dice sentir por Panamá y su pueblo. Una muestra de ello es que nunca representó a su país en el Clásico Mundial de Béisbol, pues siempre tuvo una excusa para no hacerlo. ¿Y entonces? Ahora los panameños son importantes, ¿y antes no lo eran? Lo cierto es que Mariano Rivera fue un representante del equipo de béisbol cuyos símbolos exhibió en su uniforme a través de toda su carrera. Aunque todo el mundo sabía de su condición de panameño, los intereses que defendió Rivera en el terreno de juego, fueron los intereses de los Yankees y eso siempre estuvo por encima de cualquier otra cosa.

Ustedes y yo sabemos, que como Mariano Rivera hay muchos otros atletas que sólo recuerdan sus orígenes y su procedencia cuando ya están retirados y se hace necesario contar con el aprecio y reconocimiento de sus compatriotas. Ese es el momento en que se dan cuenta de que, aunque es importante, el dinero no lo es todo. Principalmente cuando usted ha acumulado recursos para que varias generaciones de su familia vivan holgadamente. Como expresé en una columna anterior, a nadie se le puede obligar a representar a su país, pero si su decisión fue obviar el compromiso de ser parte de su selección nacional, luego no diga sentir un afecto que no refrendó con hechos.

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