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MUJERES DE GRANDES LIGAS

”Trueques”

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Carolina Cruz de MartínezSanto Domingo

Li“Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.”Eclesiastés 5:12. El manejar recursos sin conocimiento es una desgracia pues hay muchos comensales que se sientan a la mesa a querer comer de un solo pastel. El poder discernir en cuantos pedazos dividir sin que se acabe requiere una cabeza sin hambre y un estómago pensante.

Los atletas son especialmente vulnerables en este renglón pues son responsables a una larga lista de comensales. Dependiendo de la nación, la cultura, el estatus, la educación, la composición familiar, la crianza e infancia, así serán las expectativas de las ganancias del deportista. La familia, la comunidad, la vecindad, todo el mundo tiene incidencia sobre lo que el atleta debería o no ejecutar, y es difícil para él o ella mantener una sobriedad. La presión social, familiar, ambiental, emocional y personal es muchas veces más fuerte que el ejercicio de pensar en frío sobre el bienestar a futuro del atleta como tal.

Una vez un deportista recibe una cantidad de dinero X, empiezan a darse unos trueques emocionales y mentales que pocos identifican y por ende administran. Entra en juego los recuerdos de los amigos de infancia, los momentos duros y amargos que la familia ha pasado, las promesas hechas de lo que se haría si se llegara a ‘algo’, y los juramentos hechos en secreto. La mayoría de los atletas experimentan esos ‘trueques’ donde todos hacen promesas por cumplir si se le diera esa oportunidad de lograr el sueño a seguir.

La delicadeza de esto es que cuando el momento llega es difícil retractarse y no cumplir. Pero muchos atletas han sufrido por dejarse llevar más de lo prometido que por lo que conviene en una circunstancia correspondiente. Muchos han hecho trueques en su emoción o sentimiento más que en proyección y buena administración. Y esto, aunque no se hable ha traído mucho sinsabor y dolor.

No es bueno hacer trueques de esta manera pues al final solo sufre el que siente el compromiso de cumplir, sin garantía de que se valorará el pedazo de pastel que ceda.

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