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TRIPLE TEAM

De aquí a la NBA y de vuelta al patio

Para anoche estaba programado el debut de Luis David Montero con el equipo del club Gregorio Urbano Gilbert en la semifinal del torneo de baloncesto superior de Santiago.

Esto marcaría el regreso del habilidoso jugador a las justas criollas del más alto nivel tras su fugaz paso por el baloncesto de la NBA con los Trail Blazers de Portland y los Heat de Miami.

Y se estaría incluyendo en un exclusivo círculo de baloncestistas dominicanos que primero jugaron en el país, luego estuvieron en la NBA y después retornaron al patio.

Tito Horford fue el primero en realizar el viaje tras debutar con Naco en el Distrito Nacional en 1982, seis años después (1988) fue el primer dominicano en la NBA y ese mismo año jugó con San Lázaro. En 1989 y 1990 estuvo con Milwaukee y con Los Prados.

El segundo fue Felipe López, quien fue el mejor jugador de escuela secundaria en los Estados Unidos para el 1994, cuando entró a la Universidad de St. John¥s vio acción en un par de partidos con el GUG, pero tuvo que suspender su actuación ya que las reglas de la NCAA no permiten que sus integrantes estén en ligas profesionales. Llegó a la NBA (elegido por San Antonio y cambiado a Vancouver) en 1998 hasta 2002. También estuvo con Washington y Minnesota. En 2007 regresó aquí con Villa Duarte antes de ser campeón con GUG en 2008.

Luis Flores jugó con Mauricio Báez en 2000 y 2002, pasó con Rutgers y Manhattan en la NCAA antes de pertenecer a Denver y Golden State en 2005 (16 partidos). Al año siguiente fue campeón con Naco en el distrital.

Los NBA y la selección Otra vez regresa el tema de los jugadores dominicanos en la NBA y su participación con la selección nacional.

Todavía los fanáticos y muchos periodistas piensan que es una obligación o cuestión de vida o muerte. Otros alegan falta de identificación con el país, etc.

Los atletas profesionales, en primera instancia, no se deben a ellos. Son obreros (muy bien pagados por cierto), pero no dejan de tener esa condición en los Estados Unidos donde las ligas de deportes profesionales son, en orden descendente, un negocio, un entretenimiento y una disciplina deportiva.

Es inexplicable que luego de pasar cerca de ocho meses bajo el rigor de un deporte tan exigente como el baloncesto, a un nivel tan alto como la NBA, se le pida a un atleta que “por amor a la patria” sacrifique la mayor parte de su tiempo libre que puede dedicar a su familia, negocios o a mejorar su condición física o de juego para que tenga que uniformarse, viajar a cientos de kilómetros de sus hogares, jugar entre 30 y 35 minutos, exponiendo sus carreras por complacer al fanático dominicano que no conoce las condiciones en las que queda un deportista de esa índole luego de cumplir con sus compromisos con la organización a la que pertenece y le paga su salario.

Todos queremos que el equipo dominicano que vaya a la Copa Mundial en China sea el mejor posible, que sea el segundo mejor de América y que clasifique de manera directa a los Juegos Olímpicos.

Pero hay que ponerse en el lugar de los demás. Si están los NBA, perfecto. Si no están hay que enfocarse en lo que sí pueden o quieren estar. Se ha clasificado a dos mundiales seguidos por primera vez sin la presencia de ellos.

Que son importantes, necesarios, irreemplazables, es muy correcto. Pero es preferible contar con un jugador que se entregue a plenitud, con menos estelaridad, que uno que no tenga su mente, corazón y alma en el tabloncillo.

Y son tan profesionales que si no van a estar 100 por ciento comprometidos con la causa, prefieren no estar.

No se puede comparar con el equipo de Estados Unidos que son todos NBA, pasan por la misma temporada, pero para ser exitoso no necesita que ninguno de ellos esté en la cancha más de 20 minutos.

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