ATLETAS DE ALTO NIVEL
Abriéndose paso en el “Karate Combat”
Con un nombre y un solo apellido, Dionicio Gustavo tuvo que abrirse paso en la vida teniendo como único soporte su madre, doña Ana Rosa Gustavo. Su padre lo abandonó cuando apenas era un niño.
Hoy, Gustavo se ha convertido en toda una celebridad en el naciente mundo del “karate combat”, además de ser uno de los principales atletas del deporte del karate en el país.
Ha recorrido los más exigentes escenarios internacionales. Sus éxitos han sido múltiples, llegando a colgarse medallas en Juegos y Campeonatos Panamericanos, así como en Centroamericanos y del Caribe.
Ahora entra en un nuevo mundo del karate, el profesionalismo.
LIGA PROCURA PROMOVER KARATE Es el primer dominicano en haber sido reclutado para la liga profesional que promueve la empresa “Karate Combat”, cuya sede está en los Estados Unidos y que desarrollo eventos en varias naciones.
“Karate combat” tiene matriculados a los mejores, poco más de 100 peleadores del mundo y de más de 30 nacionalidades. Esa liga busca promover el karate deportivo en todo el mundo.
“Lo que al principio pareció un sueño, hoy es una realidad”, cuenta Gustavo, un humilde muchacho que se levantó en la parte norte de la capital, en el sector Simón Bolívar y Capotillo.
Gustavo, que el 18 de este mes de enero cumplirá 36 años, probó varios deportes (béisbol, boxeo y baloncesto, a partir de los seis años, bajo la protección de su madre, pero terminó centrando su atención en el karate, como una forma de aprender defensa personal y evitar que otros niños abusaran de él en la barriada.
El presente Gustavo fue firmado por la empresa “Karate Combat” hace alrededor de un año. Una firma hecha confidencial y por lo que recibió 5 mil dólares.
Luego ha efectuado tres combates, uno de ello fue de exhibición y los otros dos los ha ganado. El principal de esto fue una velada presentada en noviembre pasado en la torre Word Trade Center, de Nueva York, cuya pelea fue escogido como la mejor de la cartelera. Hubo ocho combates esa noche.
Cuenta que previo a ese combate y tras el reciente fallecimiento de su madre, estaba muy contrariado. “Perdí el primer round, porque estaba fresco en mi mente la muerte de mi madre, pero luego logró concentrarme e imponerme”, cuenta el dos veces medalla de oro Panamericano.
En la actualidad Gustavo es una figura estelar en la empresa, a pesar de haber sido seleccionado fuera del ranking exigido por la empresa.
“Cuando me contactaron estaba en el “top 20” del mundo, ellos buscaban los que estaban en el “top 10”, pero por mi desempeño decidieron hablar conmigo”, cuenta el reputado peleador de karate, que recuerda que siempre fue alentado por su madre, quien falleciera hace unos seis meses.
Gustavo, que a los 12 años trabajaba en una panadería, para cubrir el pago del “dojo” donde entrenaba y también para ayudar a su madre, porque esta dependía del alquiler de una vivienda. “Mi madre fue todo para mí. Fue mi madre y mi padre y también una gran consejera”, cuenta Gustavo.
En su última pelea “di un palo”. No solamente ganó en “un combate muy difícil”, sino que esa pelea fue escogida como “la pelea de la noche”, por lo que recibió un premio especial de 40 mil dólares. Fue la pelea estelar de ese programa y tuvo que enfrentar un rival que define como “muy difícil”.
Tan sólo el pasado año, luego de sus tres presentaciones pudo ganar unos 75 mil dólares. “El Karate Combat es mi futuro”, añade el fogoso atleta, que también ha ganado dos medallas de oro en Juegos Centroamericanos y del Caribe.
“Esta es una iniciativa que va a atraer a otros atletas, pero tienen que ser de la élite. Tienen que estar en el “top 10” como requisito”, insiste Gustavo, un bachiller salido del politécnico Nuestra Señora del Carmen y que este año ingresará a la universidad para estudiar Educación Física. Cita a Michael DePietro, como principal promotor de esta liga que tiene una gran legión de seguidores tan sólo en Estados Unidos y que proyecta la realización de eventos en Estados Unidos, Dubái, Marruecos, Hong Kong, Tokio, Azerbaiyán y Grecia, entre otras naciones.
Además de Gustavo, recientemente la empresa ha firmado otros dos peleadores dominicanos. Deivis Ferreras, quien viene de ganar medalla de oro en los pasados Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia y Anel Castillo, quien también ganó presea dorada en esos juegos celebrados en agosto del año pasado.
Otra ficha que todavía es confidencial es la de una prestigiosa atleta de esa disciplina, que también ha logrado un buen desempeño en competencias internacionales.
Diferencia El Karate Combat se pelea con reglamentaciones especializadas, fiscalizadas por un grupo de expertos en artes marciales.
A diferencia del karate olímpico donde los atletas suben a un tatami con un peto para proteger la parte media del cuerpo y también usan un protector de cabeza, en karate combat no tiene estos aditamentos.
Se utiliza, al igual que al karate tradicional, un par de guantes y un pantalón, el resto del cuerpo está al descubierto.
Los combates son a tres rounds, cada uno dura tres minutos y tienen uno de descanso entre round y round.
Cada combate se realiza en un redondel, contrario al karate tradicional que es en un tatami abierto.
SUS INICIOS Gustavo advierte que esto no lo desvincula del karate olímpico.
“Oportunamente continuaré representando mí país”, insiste Gustavo, quien inició entrenando en una azotea en el sector de Simón Bolívar bajo las orientaciones de Cristian Ledesma.
Ahí inició su vertiginosa carrera. “Le ganaba a atletas más veteranos que yo y una tarde Antonio Vólquez (Toñito) me vio y me invitó a ir al dojo del Centro Olímpico con la finalidad de engancharme a la Marina (de Guerra) cuando apenas tenía 17 años”.
Su madre jugó un papel importante, pues sacaba momentos para hablarle de estrategias de peleas y que tenía que ser ofensivo.
Antes lo habían llevado a jugar béisbol, pero no le gustó porque no soportaba el candente sol, luego fue a practicar boxeo y su madre hizo que lo dejara advirtiéndole que “ahí se dan muchos golpes y que conocía muchachos que habían quedado locos”.
Posteriormente fue al baloncesto, tampoco le gustó hasta que se fue al karate.
Practicar este deporte le ayudó a defenderse “de los muchachos del barrio”. “Ellos aprendieron a respetarme”, porque era conocido ya como un buen karateca.
Cuenta que siendo un novato “en los entrenamientos llegué a ganarles a otros, incluso con patadas que terminaban en nocaut. Me incluyeron en la selección y me llevaron a un torneo en Curazao, donde terminé ganado medalla de plata, luego me llevaron a Orlando, Florida a un evento internacional y obtuve la medalla de oro”, cuenta Gustavo. Esto ocurrió en el año 2000.
Para el 2002, estaba en la selección nacional superior y en los Centroamericanos y del Caribe de El Salvador, ganó medalla de plata, un año después en los Panamericanos de 2003 celebrados en esta capital, terminó ganando medalla de bronce.
Estando en la selección nacional, no todo fue fácil para Gustavo. “Mi madre a veces tenía que tomar dinero del alquiler de la casa para pagar el dojo y el pasaje y cuando no había, entonces se iba corriendo al Centro Olímpico desde el Simón Bolívar”, recuerda Gustavo.
Recuerda con nostalgia la gran afinidad con su madre.
“Teníamos comunicación muy frecuente con ella. Me hablaba de mis peleas y me animaba a seguir adelante”.
Una compañera afín Gustavo lleva un buen tiempo casado con Jacqueline Factos, también karateca que pertenece a la empresa “Karate Combat”.
De nacionalidad ecuatoriana, Pactos es la atleta de karate de más jerarquía de ese país, dice Gustavo, quien añade que esta está en el “top 10” del ranking olímpico del mundo.
Varias veces ha sido nombrada Atleta del Año de Ecuador.
Desde ha ce dos años se unió en matrimonio con Pactos.
Se conocieron hace un tiempo, durante un evento efectuado en Las Vegas, Nevada.
Tiene otros cuatro hermanos.
Jesús, Diógenes, Dioris y Altagracia Del Rosario Gustavo. Él era el hijo menor de su madre Ana Rosa y sólo tiene un nombre y un apellido, porque nunca ha conocido a su padre biológico, que lo abandonó, según cuenta, cuando aún era un infante.