PRESENCIA DOMINICANA

Designados y relevistas

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Tony Piña Campora@pinacampora

La entrada de David Ortiz al círculo de los quinientos jonrones abre un prematuro debate local sobre la posibilidad que el poderoso bateador sea seleccionado a ser parte del Salón de la Fama del béisbol de las Grandes Ligas. La duda surge, porque la mayoría de sus logros han sido actuando como bateador designado y se justifica por la experiencia que ha sufrido hasta ahora Edgar Martínez, que desde el 2010 es opción, y el máximo promedio recibido fue un 36.5% de la votación en el 2012. Con los números ofensivos que Martínez pone en la mesa se entiende que debió recibir mejor tratamiento de parte de los que eligen. 18 campañas con un total de 2,247 incogibles y promedios de .312/.418/.515 en AVG/OBP/SLUG son solo parte de sus excelentes resultados, que bastan para que sea favorecido con mayor votación.

Soslayar a los bateadores designados al máximo reconocimiento del béisbol por su condición es injusto, sobre todo cuando se compara con los lanzadores cerradores. Un bateador designado, como Ortiz y Martínez, que la mayor parte de sus carreras la ejercieron en ese rol, son utilizados en este por sus limitaciones defensivas de la misma manera, aunque no esté reglamentado, que un lanzador cerrador es un elemento que no tiene la capacidad para ejercer efectivamente como abridor y se limita a ser usado regularmente en una entrada.

Si la mayoría de los miembros del jurado, que elige a los atletas que pueden ser miembro del augusto recinto, le han otorgado ese honor a relevistas cerradores equiparándolos con los abridores, a pesar de la enorme diferencia en el volumen de trabajo, es de justicia que evalúen por igual a los bateadores designados. Estos, son equivalente a los cerradores, pertenecen a una especialidad del béisbol actual y merecen el reconocimiento en su específica actuación.

CORREDORES REMOLCADOS Hay una diferencia que normalmente no se percibe entre las carreras empujadas y los corredores remolcados. La diferencia consiste en que en el primer caso se entiende que la anotación generada por un jonrón, con las bases limpias para que el ejemplo sea claro, es una carrera empujada que no remolca a ningún compañero, la produce el bateador y aunque es solitaria, también se cuenta para su registro personal como anotada. Por eso, para conocer la verdadera cantidad de corredores que un jugador envía a la goma con sus batazos, se debe restar del total la cantidad de jonrones disparados.

La cantidad acumulada de corredores remolcados depende de la capacidad que tienen los compañeros de embasarse y en consecuencia es un logro que se deriva del trabajo de otro. Por eso, el promedio de corredores acarreados es el indicativo correcto para conocer a los mejores remolcadores.

Este año ese departamento lo está encabezando Josh Donaldson con 21.2%, 81 de 382. En la Liga Nacional capitanea Andrew McCutchen con 20.4, 71 de 348. En volumen, el antesalista de los Azulejos también es el líder, que no es el caso de McCutchen. No siempre esto coincide, el año pasado Adrián González encabezó las Grandes Ligas con 116 carreras empujadas, pero su promedio estuvo en 19.3%. El líder en este contexto fue Miguel Cabrera con 22.5% y en el viejo circuito, Ryan Braun empujó apenas 81 corredores, pero encontró solo 307 esperando remolque, alcanzando un 20.2% con lo que precedió el departamento.

En los últimos quince años el máximo porcentaje en ese sentido lo alcanzó Manny Ramírez en 1999 cuando envió al plato a 122 de 165 corredores que encontró en base para un 24.1%.

Un caso a resaltar en el 2014 fue el de Nelson Cruz, que aunque acumuló 108 carreras empujadas, si les restamos sus cuarenta jonrones, realmente remolcó a 68 corredores de los 436 que encontró en base, un 15.6%, que no es bueno.

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