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Un plan ofensivo

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Carlos José LugoSanto Domingo

Acercándose las manecillas del reloj a la mitad de la serie semifinal o Round Robin, los Tigres del Licey languidecen fuera de competencia, gracias a una terrible anemia ofensiva que ha dejado a los fanáticos de El Glorioso presenciando el difícil espectáculo de un equipo que apenas promedió por encima de dos carreras anotadas en las primeras ocho fechas de esta serie. Cuando a mediados de noviembre los Tigres estaban subidos sobre la cresta de una ola que les vio ganar 13 de 17 juegos, pocos nos preocupamos por una ofensiva que parecía perfectamente capaz de apoyar lo que se perfilaba como una gran unidad de prevención de carreras. Como suele ocurrir en estos casos, es difícil identificar señales negativas en el medio de una buena racha, y para los Tigres esas dos señales eran: un muy elevado e insostenible promedio de bateo de pelotas en juego (BABIP) para la ofensiva, y segundo, una altísima eficiencia a la hora de batear con corredores en posición anotadora, que permitió generar un volumen de carreras mayor al que sugerían el resto de los indicadores ofensivos. Es lógico pensar que el cambio de personal ñsalida de algunos peloteros y entrada de otrosñ tuvo mucho que ver en la caída de producción, pero el principal responsable en este caso fue un proceso de regresión a la media, concepto que hemos mencionado mucho últimamente en este espacio. ¿Por qué ya no batea?La respuesta es bastante simple, y por supuesto son las habilidades del personal disponible en el roster. Pero pienso que hay que ir un poco más allá y revisar la historia reciente, porque aunque lo importante en el presente es que el equipo no batea, es igual o más importante que la ofensiva ha sido problemática por tres temporadas sucesivas. Esta es una muestra de las carreras anotadas por juego en la serie regular de los Tigres en comparación con el promedio de la liga en el último lustro, y su diferencial: En 2007-08: 4.43 (CPJ), 3.89 (CPJ/LG), 0.54 Dif: 2008-09: 6.30, 5.92 y 0.38; 2009-10: 4.30, 4.44 y -0.14; 2010-11: 3.90, 4.41 y -0.51: 2011-12: 4.10, 4.04 y 0.06. Como se observa, la generación de carreras va en una pendiente negativa, y esta temporada lo único que evitó un diferencial inferior con relación a la liga, fueron las dos buenas semanas a las que ya hicimos referencia en un párrafo anterior. Claro está, aquí no estamos haciendo los ajustes que amerita el jugar 30 partidos en el Estadio Quisqueya, pero aun con los mismos, la tendencia no cambiaría. Revisando la producción ofensiva del Licey en los últimos quince años, empezando en 1997-98 uno puede notar un factor común, que la verdad no debe sorprendernos, y es tan obvio que no sé si deba mencionarlo. Siempre que los Tigres han logrado conformar alineaciones que se embasan y consiguen extrabases, de la misma manera su producción de carreras ha estado por encima de la media de la liga. Tomemos por ejemplo la temporada de 1997-98 y el porcentaje de embasarse de algunos jugadores regulares: Ronnie Belliard: .360, Luis Castillo: .425, Manny Martínez: .412. En el 2001-02: Andy Abad: .386, Eric Byrnes: .402, D’Angelo Jiménez: .389, Carlos Peña: .376. En el 2003-04: Izzy Alcántara : 418, José Bautista ; .381, Jiménez: .485. El Licey solía tener dos o tres bateadores con estas características cada temporada que servían para dar algo de balance a la alineación. En los últimos tres años, los únicos jugadores con un OBP por encima de .360, que han consumido más de 100 turnos con el Licey son Timoniel Pérez, Wily Mo Peña en el 2009-10 y Anderson Hernández este año. Y hay que hacer constar que los OBP de Timo y Wily Mo - .408 y .368 ñ fue producto de sus altos promedios de bateo de .356 y .324 respectivamente. Filosofía perdidaAdmitiendo lo difícil que se hace cada día tener un roster estable en nuestra liga, una posible solución a esta debilidad en producir carreras del Licey está en regresar a la filosofía que caracterizó al núcleo de jugadores de la primera parte de la década pasada. Constantemente decimos que esta es una liga de “chocadores de bola” y “corredores rápidos” pero siempre dejamos de mencionar que de nada vale chocar pelotas si el equipo no coloca hombres en las bases de manera consistente. A partir del éxito de “Los Menores” y el campeonato en la temporada 2005-06, la ofensiva de los Tigres se transformó en una dependiente en altos promedios de bateo, o sea una secuencial. Al faltar este año tres componentes importantes de ese grupo -Erick Aybar, Emilio Bonifacio y Timoniel Pérez- no existe entonces el balance de hombres que negocien bases por bolas, trabajen a los lanzadores contrarios tomando pitcheos, ni conecten extrabases para ayudar a anotar carreras. Hasta qué punto sea posible inculcar de nuevo esta filosofía con jugadores de orígenes tan dispersos, es la gran pregunta que debe hacerse el Licey. Si bien no es del todo prudente tener un grupo de jonroneros en el Estadio Quisqueya, también una ofensiva unidimensional hacia el otro extremo puede ser muy problemática, y el ejemplo lo estamos viendo en la actualidad. Los hits consecutivos, el corrido agresivo de las bases y todas esas cosas son muy divertidas. Pero es imposible anotar carreras sin embasarse primero, y esto no es algo que el personal del Licey ha podido hacer bien en los últimos tres años.

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