LA CRÓNICA DE LOS MARTES
El inmortal Bebecito Martínez
En días pasados nos encontramos en el supermercado La Cadena con el amigo Roberto Martínez, y conversando con él nos recordamos de su padre, el ingeniero Bienvenido Martínez Brea, y al efecto, aprovechando la feliz circunstancia, a seguidas escribimos parte de la vida deportiva de ese célebre propulsor. Bebecito nació en la Sultana del Este, San Pedro de Macorís, en fecha martes 30 de enero de 1912, por lo cual ya el amigo ostenta 99 inviernos, y el año entrante, con Dios mediante, arribará al siglo de existencia. Desde muy temprana edad, al petromacorisano le gustó el deporte. Su mayor afición lo concentró en el béisbol, el boxeo y la gimnasia. Se graduó de ingeniero en la vieja Universidad de Santo Domingo, en el año 1932. Como simpatizante del ejercicio, practicó el voleibol, jugó pelota y fue miembro de la conocida Liga del Oeste, donde intervino en softbol y béisbol. En los años 30, se le vio actuando en el Gimnasio Fábregas, donde se destacó en las especialidades de paralelas, argollas y trapecio. En 1942 viajó a Puerto Rico, llevando a un equipo de voleibol femenino y en 1944 patrocinó el team de Los Rodillos de Obras Públicas, equipo donde reunió a peloteros de la talla de un Gallego Muñoz, Aquiles Martínez, Mon Ruíz y Guayubín Olivo, entre muchos, a quienes ayudaba para que pudieran ganarse un sustento diario. Bebecito ha estado ligado a los movimientos deportivos desde su juventud. Siempre fue un preocupado por las actividades en que los jóvenes dominicanos se ejercitan. El profesional oriental fue hombre clave en el éxito de los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en 1974 en Santo Domingo. Jugó un gran papel en la construcción de los gimnasios techados del Mauricio Báez y San Lázaro, manteniendo el rol de asesor de esos clubes. Martínez Brea, en su larga vida, siempre realizó la labor de propulsor, la que efectuó con entrega y entusiasmo. Sus sanas actuaciones le convirtieron en inmortal del deporte dominicano, exaltado en el Ceremonial de octubre de 1988, honor este que sólo es dado a los que sirven con dedicación y amor al deporte nacional. Bebecito fue uno de los grandes de su época en el aspecto del trabajo deportivo, se mantuvo dando de si en el tiempo en que era un hombre útil, su labor resultó de mucho provecho al interés nacional. Cuando se construía la Ciudad Universitaria, nuestro personaje gestionó con el rector Julio Ortega Frier, que el gobierno patrocinara la construcción de las obras deportivas levantadas allí. Mil cosas más faltan por detallar entre las obras realizadas por este superbo constructor deportivo. Salve, amigo Bebecito.