El rescate de Capotillo
Durante años, la calle 42 de Manhattan fue el símbolo del mayor antro urbano abierto de Nueva York.
Allí se mezclaban los vicios, la prostitución y los delincuentes que encontraban refugio al margen de la ley.
Hasta que un alcalde con mano firme, Rudolph Giuliani, decidió cambiar radicalmente ese escenario, aplicando una cirugía profunda de orden y disciplina.
Hoy, la calle 42 es otra. Y algo similar comienza a verse en la versión local que, lamentablemente, se intentó copiar aquí: la llamada “42 de Capotillo”.
En este espacio, los jóvenes atrapados en las drogas, el crimen o la desorientación sexual convirtieron la zona en un territorio hostil, cargado de desorden, miedo y degradación.
Dañaron la imagen de un barrio que, en su esencia, está lleno de gente buena y trabajadora.
Pero la historia está comenzando a cambiar.
Las autoridades han desplegado una firme operación de rescate para devolverle a Capotillo el orden, la seguridad y la convivencia sana.
Un patrullaje constante, la presencia visible de la Policía y la participación decidida de las juntas de vecinos están marcando una ruta distinta.
El Listín Diario, que ha venido conectándose con la vida y los desafíos de estos barrios, valora este esfuerzo como un paso esencial para borrar el estigma que pesó por años sobre esta comunidad.
Capotillo es mucho más que su “42”. Es un barrio con líderes comunitarios que luchan por el bienestar de sus vecinos y con jóvenes que sueñan con un futuro digno.
Aunque todavía persisten retos —la delincuencia no ha sido erradicada por completo y las oportunidades de empleo siguen siendo escasas—, los cambios son visibles y alentadores.
El ejemplo de Capotillo debe ser una referencia de lo que se puede lograr cuando las autoridades, las comunidades y la sociedad civil se alinean en un propósito común por su rescate.