También a los patanistas y camioneros

La aplicación de pruebas antidoping en choferes de transporte público es un paso necesario para garantizar la seguridad vial en el país.

Pero es imperativo extender estas medidas a otro sector igualmente propenso al consumo de sustancias peligrosas.

Nos referimos a los conductores de camiones, furgones y tanqueros de combustibles.

No puede pasarse por alto que los camioneros y transportistas de carga suelen manejar distancias más largas, bajo condiciones de estrés y fatiga.

Y esta circunstancia los lleva, en muchos casos, a recurrir a estimulantes ilegales para mantenerse en pie.

Por eso, es imperativo que las pruebas sorpresivas se apliquen con la misma rigurosidad en terminales de carga y puntos de distribución.

Además de los exámenes toxicológicos, es urgente regular dos factores clave en la siniestralidad de este sector: “las horas de manejo continuo” y “los límites de velocidad”.

En muchos países, los choferes de carga están obligados a llevar registros de viaje y a detenerse tras ciertas horas de conducción, precisamente para evitar la fatiga.

En nuestro país , sin embargo, no existe un control efectivo, lo que lleva a muchos a manejar hasta el agotamiento.

Asimismo, los camiones y tanqueros deberían estar equipados con limitadores de velocidad, pues su exceso en carretera es una de las principales causas de accidentes graves.

El Intrant y la Digesett deben ampliar el alcance de estas medidas.

No basta con fiscalizar a los buses urbanos si se ignora a los transportistas de carga, cuyo riesgo es igual o mayor.

Que el antidoping no sea solo para unos cuantos, sino para todos los que ponen en riesgo a los demás mientras están al frente del volante.