Las huellas del abandono
En muchas partes del país, la construcción de obras públicas se encuentra estancada , con retrasos que se cuentan por años.
Junto con estas hay otro conjunto cuya ejecución ha sido tan lenta que parece haber perdido su propósito original.
Lo que en principio fueron inversiones multimillonarias, hoy se encuentran malogradas, ya que los recursos destinados a estas obras no están siendo aprovechados como se esperaba.
El origen de estos retrasos o la lentitud en la ejecución de las obras es diverso, pero comúnmente se debe a una serie de fallos: Previsiones mal hechas, sobrevaluaciones o deficiencias en los procesos de supervisión.
En algunos casos, las obras se paralizan por problemas de presupuesto o por disputas legales que obligan a frenar los trabajos.
También hay ocasiones en las que un cambio de gobierno lleva consigo la despriorización de ciertas iniciativas, olvidando que el Estado tiene una continuidad más allá de los cambios políticos.
Este fenómeno no es nuevo. Tras los doce años de Balaguer (1966-1978), cuando el veterano caudillo regresó al poder en 1986, se propuso como una de sus prioridades concluir obras que habían quedado abandonadas.
Este patrón se repitió pagando con la misma moneda a su antecesor, el presidente Jorge Blanco, dejando en el abandono durante varios meses el proyecto emblemático de Invivienda.
A lo largo del tiempo, las comunidades del país se han visto obligadas a recurrir a denuncias públicas para exigir la construcción de obras estatales que proporcionen servicios básicos que satisfagan sus necesidades fundamentales.
Esa realidad la describimos hoy en nuestras páginas centrales, en las que los ciudadanos elevan sus reclamos para que las obras comiencen, y también para que se terminen.