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reflexiones del director

Periódicos a la carta

Como cualquier menú de restaurante, los “periódicos a la carta”, y revistas también, eran dos de los más amables y útiles atractivos de los viajes en aerolíneas.

Para los que iban en cabina de primera clase, los diarios o magazines del país de origen del vuelo se servían en una bandeja, a elección del pasajero.

Para los que ocupaban las clases económicas o de turistas, la colección se colocaba en una meseta en las puertas del aparato, también a la libre elección de los interesados.

En el caso de las salas privadas de espera, que se asemejan a un mini restaurante con todo incluido, los periódicos y las revistas, en varios idiomas, copaban grandes estanterías.

Estos “plus” ya no existen como tales.

Es la muerte lenta de uno de los hábitos más usuales en los entornos aeroportuarios y en las ofertas gratuitas de los vuelos comerciales.

Los impresos han sido sustituidos por las tabletas, los móviles o las laptops, para los cuales se adicionan puntos de conexión eléctrica en los asientos o paquetes de internet.

Pero, en estos, la lectura de textos no es lo primordial, sino los videojuegos, las películas o la música, servicios que ofrecen por default las aerolíneas para matar el aburrimiento.

Por eso me extrañó sobremanera ver a un pasajero en un vuelo de Viena a Madrid hace pocas semanas, leyendo pacientemente un tabloide austríaco.

Creo haberme topado entonces con un personaje en vía de extinción. Y solo por la sorpresa de presenciar esta rareza, me atreví a tomarle una foto discretamente para conservar esta huella única de ese momento.

Cuando el avión llegó a su destino, el hombre dejó el ejemplar en la bolsa del asiento delantero. Y para saciar mi curiosidad periodística, lo tomé de “souvenir” y lo traje conmigo.

Al desaparecer de la vista los habituales impresos de cortesía que se ofrecían a los pasajeros, nutridos de reportajes, imágenes y pasatiempos, los lectores han quedado privados de conocer algo de las noticias y realidades cotidianas de los países que han visitado.

Es el resultado de un fenómeno mundial que, gradualmente, ha ido desplazando el formato papel de sus antiguos kioskos, de la venta de los pregoneros y ahora también de las bandejas de los vuelos comerciales, para desconsuelo de los tradicionales lectores.

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