EDITORIAL
El tiempo de las deslealtades
En una civilización impactada por las innovaciones tecnológicas, muchas de sus primeras víctimas han sido los valores humanos.
El amor, por ejemplo, el sentimiento más puro que cimenta los caminos hacia una mejor coexistencia y unidad humana ha sido una de ellas.
Y cuando ese motor se apaga, deja muchas secuelas o muchos principios decaídos.
Como la muerte de la lealtad, que ha sido en estos tiempos la causa frecuente de rupturas de compromisos individuales o colectivos que debilitan el tejido de la sociedad.
Principios como el amor al prójimo y a la amistad también se han ido perdiendo en medio de la vorágine de odio y violencia que acaba con seres humanos y hasta con las bases del orden que norman la vida civilizada.
Las muestras de deslealtades en la vida política, por dinero, por oportunismo y otras conveniencias, estremecen a menudo la integridad de los partidos del sistema.
Tan pronunciada ha sido esa tendencia que ha dado lugar, inclusive, a normativas y leyes para sancionar el fenómeno del transfuguismo que los corroe.
También son visibles las deslealtades en funcionarios y subalternos de instituciones públicas y privadas, cuando conspiran desde dentro para malograr los engranajes de la disciplina, la confidencialidad y la dinámica de sus actividades.
La gama es más amplia.
Abarca por igual, y con fuerza devastadora, las relaciones de parejas y matrimoniales, los vínculos entre familiares y, en el campo de las comunicaciones, el respeto a la verdad y objetividad de los hechos.
En un contexto a futuro, vale preguntarse: ¿En qué medida la Inteligencia Artificial y otros prodigios de la tecnología moderna deprimirán los valores que formaron y sustentaron nuestra milenaria civilización?
Que sirvan estas inquietudes e interrogantes como temas de reflexión en este día festivo dedicado a los trabajadores, expuestos ahora más que nunca a los insospechables paradigmas de la automatización que transformarán el oficio humano, físico o intelectual, de las nuevas generaciones.