editorial
Que haya comida, mucha y barata
La iniciativa del presidente Luis Abinader de iniciar un programa para reducir la intermediación en el comercio de alimentos está muy bien intencionada.
Su objetivo es que los precios no sigan en espiral alcista y los sectores de menores ingresos puedan conseguir la canasta básica en condiciones menos onerosas.
En esencia, se trata de lograr que los productos del campo lleguen a los colmados de ciudades, sin intermediación, para que gane el productor y el consumidor pague menos.
Diversos factores han confluido en los últimos tres años para que la canasta básica esté sometida a alzas de precios, aunque no ha habido escasez.
El primer factor estresante fue el Covid-19, pandemia que paralizó gran parte de la actividad económica, aunque la demanda de alimentos subió como nunca antes.
El país no sufrió hambruna como sucedió en 1944 por los efectos de la Segunda Guerra Mundial, combinada con una sequía que arruinó la producción agropecuaria.
Esa etapa se recuerda como “El Centenario” de la independencia, cuando los dominicanos tuvimos que ingeniárnosla para sobrevivir con pocos abastos del exterior y escasa producción nacional.
Para que este programa de comercio desde el campo al colmado tenga éxito, lo fundamental es que los agricultores puedan sembrar, cosechar y dispongan de vías para sacar sus productos.
Sin incentivos productivos, asistencia técnica, financiamiento a tiempo y precio justo por los granos, víveres, frutas, vegetales, aves, ganados y pescados, no habrá éxito.
Los fondos del Banco Agrícola deben concentrarse en estimular la producción.
Y la banca comercial, especialmente el Banco de Reservas, debe acompañar este programa, fortaleciendo la capacidad comercial de colmados para que las familias disfruten de alimentos a precios justos.
La mayor aspiración que puede tener el presidente Abinader y la ciudadanía es que no haya escasez y que los precios no sean hipertrofiados por la especulación.