REFLEXIONES DEL DIRECTOR
Travesuras
Con ese nombre bauticé, a los 10 años de edad, el primer y único periódico propio de mi larga carrera.
Tenía estas particularidades: era escrito y diagramado con lápiz en no más de ocho páginas que desprendía a mi mascota de las clases de primaria.
Era edición única, de un solo ejemplar. Por esa razón no podía venderlo ni prestarlo; sólo alquilarlo por cinco centavos.
Mi audiencia era bastante limitada. Solo me lo alquilaban mis tías, unas pocas señoras vecinas del barrio, o algún visitante a casa, más que nada para celebrarme el “emprendimiento”.
Su contenido giraba en torno a las novedades que ocurrían en mi sector en la convulsa época de principios de los años 60, tras la caída de Trujillo.
También lo aderezaba con chismes del vecindario y anécdotas de los más llamativos personajes que vivían en las calles Arzobispo Nouel y Espaillat, de Ciudad Nueva, donde me crié.
En verdad, lo que pretendía era reproducir, a escala mínima, cualquier edición del periódico El Caribe, el más emblemático de entonces, no de La Nación, que era vespertino, pero de menos arraigo.
Todo empezó después de haber visitado, en una excursión estudiantil, sus dos redacciones. Una, la de El Caribe, al principio de la calle El Conde, y la otra en la avenida Mella.
Ambos ambientes me cautivaron y encendieron la chispa de mi vocación, ejercida por 55 años.
Diagramaba las páginas de Travesuras con titulares, gráficas de fotos que recortaba de El Caribe o de algunos libros de texto de mi hermana Milqueya, lo que la enfurecía cuando se daba cuenta del estropicio.
Escribía en letra de cajón, simulando la de los tipos de plomo del diario capitalino, y lo hacía de forma impecable, sin borrones.
Creo que llegué a hacer cinco números, los que bastaron como temprana experiencia para que, ocho años después, como un novel redactor y luego editor de las páginas internacionales del Listín Diario, me sintiera en mis aguas trabajando en un periódico de verdad, como aquellos veteranos periodistas que cautivaron mi atención y mi interés cuando los vi por primera vez en las redacciones de El Caribe y La Nación.
Pranks
With that name I baptized, at the age of 10, the first and only own newspaper of my long career.
It had these peculiarities: it was written and diagrammed in pencil on no more than eight pages that I gave to my pet in primary school.
It was a unique edition, a single copy. For that reason he could not sell or lend it; just rent it for five cents.
My audience was pretty limited. Only my aunts, a few ladies from the neighborhood, or some visitor to my house rented it to me, more than anything to celebrate my “entrepreneurship”.
Its content revolved around the news that occurred in my sector in the troubled era of the early 60s, after the fall of Trujillo.
I also seasoned it with neighborhood gossip and anecdotes about the most striking characters who lived on Arzobispo Nouel and Espaillat streets, in Ciudad Nueva, where I grew up.
In truth, what he wanted was to reproduce, on a minimal scale, any edition of the El Caribe newspaper, the most emblematic of the time, not of La Nación, which was an evening newspaper, but less established.
It all started after visiting his two newsrooms on a student excursion. One, El Caribe, at the beginning of El Conde street, and the other on Mella avenue.
Both environments captivated me and ignited the spark of my vocation, practiced for 55 years.
She would diagram the pages of Travesuras with headlines, graphs of photos that she cut out of the Caribbean or from some of my sister Milqueya's textbooks, which would infuriate her when she realized the mess.
He wrote in block letters, simulating that of the lead types of the capital's newspaper, and he did it impeccably, without erasures.
I think I got to do five issues, which was enough as an early experience so that, eight years later, as a new editor and then editor of the international pages of Listín Diario, I felt in my waters working in a real newspaper, like those veteran journalists who captivated my attention and my interest when I saw them for the first time in the newsrooms of El Caribe and La Nación.