Las bases de la estabilidad

La alternabilidad democrática y la estabilidad política van juntas de las manos en el proceso de convertir al país en la séptima economía de la América Latina.

La concurrencia de un liderazgo democrático, instituciones sólidas y partidos políticos, ha propiciado un clima de estabilidad que atrae gruesas inversiones extranjeras y estimula la producción nacional.

Cuando otras naciones del hemisferio han experimentado retrocesos o cortos períodos de bienestar por culpa de la inestabilidad política, aquí apenas hemos tenido siete presidentes desde el 1966, salidos de dos partidos-madres.

Una línea de continuidad del Estado, garantizada por los partidos del sistema, ha hecho posible que, en menos de 60 años, la economía haya tenido una curva ascendente que se refleja hoy en un Producto Interno Bruto (calculado en base a la paridad del poder adquisitivo) de 270,818 millones de dólares, según el Banco Mundial.

La existencia de un empresariado creativo y audaz, que se adapta a los cambios mercadológicos y geopolíticos en el mundo, ha constituido un ariete decisivo en la sostenibilidad del crecimiento.

Muchos países latinoamericanos que antes de finalizar el siglo veinte ostentaban altos rangos de crecimiento económico, ahora están por debajo de la República Dominicana en esos indicadores.

Por tanto, es pertinente darle su justo valor al efecto que han tenido la estabilidad y la alternabilidad democrática en este proceso.

Hay sobradas razones para que la sociedad siga cuidando sus políticas de atracción del turismo, inversiones extranjeras y fortalecimiento de la producción y la empresa nacional, que son fuentes de este crecimiento.

Porque, al final de cuentas, ese bienestar y desarrollo fue la aspiración básica en el sueño de los padres fundadores: edificar una República Dominicana próspera, libre, independiente y democrática.

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