La mega-destrucción del Nizao
El río Nizao es la corriente fluvial mejor aprovechada del país. Por eso, es imperdonable que las autoridades permitan que desaprensivos destruyan su cuenca.
Con cuatro represas que tributan sus aguas para mover las turbinas de tres hidroeléctricas, tres grandes acueductos y dos canales de irrigación, el Nizao es vital para el país.
Con frecuencia llueven las denuncias de agresión en su cuenca alta y media, lo que constituye un atentado muy grave, ya que esas aguas surten vida y energía a millones de dominicanos.
El daño más reciente, publicado ayer por Listín Diario, es la insólita depredación del bosque húmedo en el parque nacional Luis Quinn, en el entorno de la presa de Jigüey.
Se trata de terrenos del Estado en los que particulares están abriendo senderos para construir cabañas turísticas y un mirador hacia el lago de Jigüey.
Hay información fidedigna de que aguas arriba del Nizao, próximo a Las Avispas, se han destruido amplias áreas de bosque para dar paso a una finca de aguacate, a la que ya se le ha abierto una carretera.
El Ministerio de Medio Ambiente, que se caracteriza por reaccionar con declaraciones testimoniales, debe asumir con más seriedad su rol de impedir estas depredaciones y castigar a los que producen el daño.
La generación eléctrica, los acueductos de la capital, San Cristóbal y Baní, así como los canales de riego de Nizao y Najayo, no se pueden quedar sin agua porque a algunos particulares se les ha antojado secar las fuentes.
Capitaleños, sancristobalenses, banilejos y ocoeños, principales beneficiarios de este río, están en el deber de defender su existencia y reclamar su protección como establece la ley.
Los últimos dos meses de sequía ha demostrado que los ríos deben ser aprovechados para almacenar agua y que nada ni nadie tiene el derecho de destruir los bosques que propician los manantiales, solo para procurar ventajas mercuriales.