Aquí no debe faltar agua
En la ciudad de Lima, Perú, se han vivido tiempos en que durante ocho años no ha llovido ni un solo día.
En algunas zonas de Chile, concretamente en Coquimbo, han visto pasar cinco años sin lluvias.
Ni en uno ni en otro la sequía tan prolongada supone una crisis de abastecimiento de agua para consumo humano, animal e irrigación de predios.
Fenómenos tan adversos se han podido capear porque sus autoridades, conscientes de esas eventualidades, adoptan medidas para almacenar agua y la administran con racionalidad.
En República Dominicana tenemos dos meses sin lluvias, y los acueductos, el brebaje del ganado, la irrigación y la hidroelectricidad, están estresados.
La capital dominicana y otras ciudades reportan ya déficits considerables de agua en las cañerías del acueducto, mientras las autoridades agropecuarias admiten que el ganado y el pasto, necesitan más agua.
Se trata de una carencia recurrente provocada por los efectos del cambio climático, la pésima defensa de la foresta, los incendios y la proliferación de los gases de efecto invernadero.
La respuesta usual de las autoridades –presentes y pasadas– es hacer llamados a ahorrar agua, corregir fugas en tuberías y evitar el lavado de vehículos.
Todo lo anterior está bien, pero solo se puede ahorrar agua, si se tiene. Cuando no se tiene, cualquier interés austero, choca con la carencia.
Acopiando la experiencia de los daños que provocan breves períodos de ausencia de lluvias, las autoridades deben adoptar políticas firmes para recuperar la capacidad de almacenamiento.
Las más grandes represas del país son un tesoro que no se aprovecha plenamente porque se construyeron con eficiencia, pero no hay mantenimiento.
Ahora que vemos los efectos de la sequía, se impone adoptar una política de sacar el sedimento de las hidroeléctricas, para mejorar su capacidad de almacenamiento.
Los cuatro embalses del río Nizao, si se liberaran del sedimento acumulado por decenios, serían capaces de garantizar el agua potable de Santo Domingo, San Cristóbal y Baní, además de surtir el riego de plantaciones.
¡Limpiemos las presas y tendremos agua, a pesar de la sequía!