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Un barril sin fondo

Si alguien se ocupara de analizar la experiencia vivida por la señora Lulune Malanee, tal vez se pudiera perfilar una política migratoria eficaz para contener la llegada masiva de haitianos ilegales.

Lo que relató Lulene al Listín Diario es exactamente lo que pasa cada día: las autoridades de Migración repatrian a cientos de indocumentados y los que pueden pagar un coyote, horas después están de regreso.

En todo el mundo las fronteras son espacios controlados por mafiosos y contrabandistas que acumulan tanto poder que las autoridades se vuelven inútiles o cómplices de sus acciones criminales.

La frontera terrestre dominicana también lo es y ello explica que el cruce ilegal sea tan fluido y ascendente como difícil esté la situación económica, social y política de los haitianos.

Recoger masivamente haitianos en situación migratoria irregular, encerrarlos varios días y repatriarlos sirve de poco si dos días después, por varios miles de pesos, están de nuevo en el país.

Ninguna persona en situación migratoria irregular debe permanecer en el territorio nacional ni ser protegida por terceros para su explotación, pero mantener condiciones laxas en la frontera es la mejor forma de invitarlos a venir.

Controlar la frontera es una tarea sumamente difícil, pero la única acción que efectivamente frena el descontrol migratorio, es perseguir y encerrar a los coyotes y romper su articulación con la autoridad.

Depurar la oficialidad, clases y alistados militares, agentes migratorios y aduaneros, sería un primer paso para contar con personal en la frontera digno de estar cuidando la puerta de la Patria.

Estimular moral y materialmente a esos soldados y personal en general constituye un factor fundamental para compensar su honor y dedicación a garantizar la soberanía.

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