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¡Nadie puede trazarnos pautas!

La propaganda de doble cara de las Naciones Unidas frente a nuestro país se parece mucho a los actos de ilusionismo de los magos de circos.

Al país lo colocan dentro de la “Caja de las Espadas” y le clavan aviesas acusaciones de racismo y xenofobia con tal de estigmatizarlo como un Estado violador de los derechos humanos.

Pero si el truco falla, entonces apelan a otro: al de la mujer cortada, que supuestamente queda dividida en tres pero en realidad su cuerpo nunca fue cortado, con lo cual cambian la estrategia de imponer al país líneas que riñen con su soberanía.

Es lo que acaba de hacer Volker Turk, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, al pegar el grito al cielo para que el país no saque a los haitianos ilegales.

Pero se pasó de la raya para pedir que cese la xenofobia y la intolerancia por motivos raciales.

El señor Turk está equivocado. Este país no persigue ni deporta a refugiados o perseguidos políticos haitianos ni de ninguna otra nacionalidad.

A este país llegan por millares cada día haitianos que son objeto de un tráfico vulgar que terminan llenando las plazas públicas, las camas de hospitales y el empleo barato.

Los que viven en forma permanente superan con creces la de cualquier otra nación en el mundo y no contamos con apoyo externo para sostener esa carga.

Nadie puede obligar a los dominicanos a asumir la tragedia haitiana derivada del robo de sus recursos por grandes potencias y ahora por la indiferencia de una comunidad internacional cruzada de brazos cuando Haití se desangra por la violencia.

¡Qué lejos se fue el señor Turk a descubrir trato inhumano a los refugiados!

Que observe las cifras del trato que da Austria, que él debe conocer muy bien porque es su país, a los refugiados que llegan desde el Mediterráneo.

Durante el año 2021, según las cifras del organismo que dirige Turk, en Austria se recibieron 39,867 solicitudes de refugio de gente que huyó de la guerra.

De esas cerca de 40,000 solicitudes, poco más de 10,000 fueron acogidas y el resto ni siquiera fueron consideradas.

República Dominicana –su pueblo y su gobierno- no pueden obedecer órdenes de nadie para vulnerar la soberanía nacional y mucho menos trazar pautas sobre a quién se acepta o no en el territorio nacional.

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