Demasiados demonios encima
A la sociedad, y al gobierno por añadidura, le han caído muchos demonios encima.
Liberarnos de ellos exige de una concertación de voluntades y de medidas y actitudes heroicas.
La lista luce más grande y ominosa que las de las siete plagas de Egipto.
Veamos:
Cuando comenzábamos la nueva década de los 20 con una economía robusta y en crecimiento, el golpe de la pandemia del Covid echó todo a perder.
Cuando salíamos de ese traumático periodo, dos años después, una cruenta guerra que amenaza convertirse en conflagración pone de nuevo en juego los avances de la recuperación postpandemia.
Junto a la guerra rusa-ucraniana, la catástrofe institucional de Haití es otro demonio que tensa las cuerdas de la seguridad nacional y la integridad territorial.
Danzando con esos grandes demonios siguen los otros, todavía no controlados, de la delincuencia y la inseguridad ciudadana, la inflación, el alza de la tarifa energética y el caos del tránsito con su secuela de accidentes trágicos cada día.
Y, en el mismo orden, las deficiencias de los servicios públicos, el despilfarro del 4 por ciento del Producto Interno Bruto en la educación, el descrédito del sistema de seguridad social, más los problemas de salud asociados a las epidemias y las deficiencias de los servicios hospitalarios.
Es la vida que nos jugamos cada día en la medida en que estos demonios golpean la infraestructura económica, institucional, social, sanitaria y educacional, sobre la cual el país había alcanzado promisorios índices de desarrollo, bienestar y democracia.