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Epidemia delictiva

La delincuencia y el caos del tránsito han salido victoriosos en su lucha para evitar que en el país prevalezca un efectivo clima de seguridad ciudadana.

Entre asaltos, ataques mortales, ajustes de cuentas, homicidios y otra gama de delitos, más los saldos luctuosos de los accidentes del tránsito, el país ha perdido más de mil vidas humanas.

Pese a que desde mediados de año se ha desplegado un operativo mixto para el control delictivo, los episodios de vándalos motorizados o a pies que atracan a ciudadanos y comercios lucen en incremento.

Inclusive, se sabe de casos de delincuentes que se disfrazan de taxistas o deliverys para violar mujeres o robarles sus pertenencias, o penetrar a viviendas con fines perversos.

Casi a diario, los residentes en los barrios se quejan ante la prensa del estado de desasosiego en que viven, producto de la delincuencia rampante.

Los comerciantes detallistas se han visto forzados a cerrar colmados a las 9 de la noche, por temor a los atracos.

Varios guardias de seguridad de empresas han muerto o resultado heridos en ataques para despojarlos de sus armas.

Esto obliga a pensar en un nuevo mecanismo de vigilancia y protección de empresas, que dependa más de tecnologías (cámaras inteligentes y sistemas de alarma), en reemplazo de guardianes o serenos.

Toda esta cadena de episodios, que configuran una virtual epidemia delictiva, obligan al gobierno a examinar donde están las fallas de los sistemas de protección y seguridad policial y a tomar los correctivos que demanda este descorazonador estado de cosas.

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