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Se incuba otra tragedia

Con toda su intrínseca carga letal, la epidemia de cólera en Haití representa una nueva amenaza a la salud de los haitianos y dominicanos.

Agregada a la ya difícil situación de emergencia alimenticia y al clima de parálisis de sus servicios básicos, el cólera es un ingrediente explosivo.

La Organización Médicos sin Fronteras, con justificada alarma, ha reportado más de 60 casos positivos en una semana.

Y la Organización Mundial de la Salud teme que las cifras de muertes sean mucho mayores a las que han sido oficialmente admitidas hasta el momento.

¿Qué significa todo esto? Pues que Haití está ya inmerso en una potencial crisis de salud que se agravará más en la medida en que no puedan suministrarse las atenciones médicas a los enfermos.

Las bandas armadas controlan las zonas donde el brote de cólera está en ebullición, y no hay maneras de que una misión de emergencia de médicos pueda asistir a los contagiados.

Mucho menos, no hay hospitales ni carpas para hidratar a los que padecen cólera, ni insumos médicos para aplicar vacunas y otros preventivos.

La comunidad internacional que, hasta ahora, se ha cruzado de brazos para intervenir y poner fin al catastrófico estado de cosas, cargará con el peso de abandonar a su suerte a los haitianos sin asistirlos en esta emergencia.

Para República Dominicana, esta es otra crisis de salud importada en la medida en que contagiados haitianos tengan que ser traídos a los hospitales nacionales, a recibir atenciones y recuperarse.

Es una situación que no podrá esquivar, porque materialmente es imposible que pueda montarse en Haití una logística efectiva de salud para combatir el cólera en su propio terreno.

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