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La falta de butacas ¡Qué vergüenza!

No hay maneras de justificar que el año escolar se inicie con una grave carencia de butacas para los alumnos.

Las escenas de estudiantes tirados en el piso de sus aulas para recibir la docencia constituyen una vergüenza para el sistema.

Para gastar en tonterías o en caprichos políticos aparece siempre dinero, no así para dotar a nuestros estudiantes de los útiles básicos y facilidades que se necesitan en el aprendizaje.

Salvo que las butacas de un año escolar se dañen o alguien se las lleve para su casa, no hay excusas para que el Ministerio de Educación haga las licitaciones de lugar, a tiempo, para evitar estas graves fallas.

Si es preciso que el Congreso apruebe cada año un breve estado de emergencia sólo para justificar la apertura de las licitaciones y las compras de butacas u otros útiles escolares, pues que se haga.

Al fin y al cabo, esto es más importante para la educación de más de dos millones de estudiantes, en su mayoría de hogares humildes, que no pueden darse el lujo de perder las horas de su calendario escolar por culpa de negligencias de las autoridades.

El resultado de estas imprevisiones o negligencias lo tenemos hoy a la vista: decenas de niños ensuciándose los uniformes por estar recibiendo clases en el piso, o hacinados en precarias instalaciones.

Con tan enorme cantidad de dinero que se destina al presupuesto de Educación, estos déficits no tienen justificación ni excusas acomodaticias, como tampoco la tienen los cuestionables niveles de calidad de los profesores y la escasez de aulas con tantas edificaciones sin concluir.

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