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El juego está trancado

Abatido por la violencia y por la parálisis de sus servicios básicos, Haití se desangra y naufraga ante la indiferencia de la comunidad internacional.

Las luchas intestinas entre las bandas armadas que procuran dominar “territorios libres” y las pobladas promovidas por la oposición política para derribar al gobierno, han trancado el juego a una solución transicional.

Solo unos pocos líderes extranjeros, con el presidente Abinader a la cabeza, claman por la pronta asistencia internacional para sofocar urgentemente las llamas de la devastación social.

Las partes en conflicto están cerradas a toda avenencia, sin importarles el creciente nivel de hambruna, inseguridad y anarquía.

Las Naciones Unidas y países poderosos se han cruzado de brazos, contemplando pasivamente el proceso de colapso ignorando la gravedad del problema y sus impactos directos y nocivos en nuestro país y el resto de la región.

Si rápidamente no media una acción de fuerza internacional de pacificación y estabilización, tampoco será posible detener y evitar el estado de hambruna general, lo cual derivaría en un desastre humanitario de marca mayor.

En un contexto de inflación mundial y de masas empobrecidas soliviantadas por la carestía y la escasez, la crisis no abordada de Haití quita las espoletas de la seguridad hemisférica, con imprevisibles consecuencias.

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