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El que pestaña, pierde

En el momento más tenso de la crisis de los misiles en Cuba en 1962, los líderes de Estados Unidos y la Unión Soviética echaron el pulso más crucial con el cual se evitó el probable estallido de la tercera guerra mundial.

El soviético Nikita Kruschev y el norteamericano John F. Kennedy eran los protagonistas de ese histórico duelo.

El primero quería instalar en Cuba una base de misiles nucleares de alcance medio a escasas millas de los Estados Unidos, como un disuasivo para impedir cualquier acto de agresión contra esa isla en plena “guerra fría”.

Kennedy dio un ultimátum a Kruschev para que desistiera de armar las rampas para los cohetes, y frente a una negativa del líder ruso, Estados Unidos impuso un estricto bloqueo naval y aéreo a Cuba.

Al mismo tiempo, amenazó con destruir la flotilla soviética si intentase penetrar a los límites territoriales marinos de la isla antillana.

Kruschev, que había autorizado a los barcos militares a seguir impertérrita su misión, echó para atrás y desistió de instalar las rampas, ordenó el regreso de la flotilla y, con ese paso, el mundo se libró de la conflagración nuclear.

¿Cuál fue la clave de esta resonante victoria diplomática norteamericana? Los asistentes más íntimos de Kennedy lo revelan: nunca pestañear frente al adversario en el momento más crítico de una confrontación.

Extrapolando esa dramática pesadilla de la que hoy se cumplen 60 años, la más recomendable actitud del gobierno dominicano frente a la crisis de Haití es la de “no pestañar” ni un minuto ni distraer la mirada sobre lo que allí acontece.

Si deja caer los párpados de la vigilancia y de la alerta militar frente a los enemigos visibles e invisibles de ese conflicto, fácilmente puede perder la jugada en la defensa de la seguridad nacional.

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