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Un verdugo fuera de control

Daniel Ortega, erigido en verdugo de la libertad de prensa en Nicaragua, sigue su desenfrenada campaña de hostilidad y supresión de medios independientes que representaban las últimas trincheras de la libertad en ese país.

No solamente ha cerrado y confiscado periódicos, universidades y estaciones de radio, sino que su régimen ha desatado una persecución sin piedad contra centenares de periodistas y opositores políticos.

La censura se ha generalizado, las estructuras de la sociedad civil han quedado demolidas y ahora la ha emprendido contra la Iglesia católica, expulsando al nuncio apostólico de Managua y hasta a la humanitaria Cruz Roja. En su desbordado afán por imponer una dictadura total, que ya está perfilada, el otrora líder revolucionario al que los nicaragüenses confiaron el timón para restablecer la democracia asfixiada por la dictadura de Anastasio Somoza, ha llegado al colmo de cerrar las puertas del país a la prensa extranjera.

El pueblo le había confiado la administración de su destino, pero Ortega lo defraudó convirtiéndose en un señor feudal, dueño de un país que merece mejor suerte.

Lo penoso es que la comunidad internacional esté permitiendo esta muerte progresiva de la democracia y los derechos humanos en ese país, y que los modelos de acoso y hostilidad que Ortega ha implantado, estén encontrando eco en los países vecinos de Centroamérica. Estos nocivos ejemplos de intolerancia frente a la libertad de prensa y expresión se están replicando también en la conducta de gobernantes neo populistas e intemperantes que han alcanzado el poder con falsas máscaras de demócratas, sin que ninguna fuerza los detenga.

El estrangulamiento de estas libertades comienza con la aprobación de leyes restrictivas y sigue con la persecución dura y directa contra los medios que las resisten, hasta agotar las fases de la censura total y la eliminación de los opositores, dejando libre el camino al régimen dictatorial.

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