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EDITORIAL

Una vergüenza para Santiago

Es imperdonable que Santiago, siendo la segunda urbe del país, carezca de una moderna central de bomberos, dotada de personal y recursos para proteger a su población de los frecuentes incendios que allí se registran.

El edificio que la alojaría lleva más de diez años paralizado, pese a que la obra está terminada en un 85 por ciento.

En vista del abandono, ya ha sido ocupada por haitianos, mientras que el viejo local, inapropiado para las necesidades de la ciudad, acusa fallas estructurales que ponen en peligro la vida de los bomberos.

Esto es una vergüenza para Santiago, una ciudad pujante de millón y medio de habitantes, que esta ruina de cemento simbolice el feo contraste frente a los signos de progreso urbanístico que hoy exhibe.

Terminar la construcción y equipamiento de la central de bomberos debe asumirse como una impostergable meta de las instituciones públicas y privadas de esa sociedad.

Los empresarios, que por muchos años representan la bujía del crecimiento y el bienestar de Santiago, deben proponerse unirse en un patronato, como el que existe en Santo Domingo, para resolver esto.

Más que concluir el edificio, lo que se impone es modernizar el cuerpo bomberil dándole los recursos necesarios para que esté a la altura de las necesidades y vulnerabilidades de Santiago.

Si siguen esperando que sea el gobierno el que asuma este reto, difícilmente podrá lograrse ese objetivo. La mejor prueba son esos 12 años de innecesaria parálisis y abandono de la obra.

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