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El paraíso del fraude

Como es en una sociedad del engaño en que vivimos, no les falta ingenio a muchos para ejercitar las más variadas e insólitas formas de fraude.

Hay que estar avisados para esquivar, hasta donde se pueda, las innumerables trampas que aparecen disimuladas en cualquier actividad donde se mueva dinero, servicios o información estratégica.

El oficio de “jaquear” o piratear bases informáticas o de datos, códigos telefónicos o contraseñas de seguridad se ha vuelto tan extendido que hasta las grandes potencias echan mano de ese recurso para debilitarse entre sí en distintos campos de competencias.

Aquí las formas fraudulentas florecen en áreas en las cuales un usuario o cliente no quiere cargar con los costos de un servicio o bien, sea público o privado.

Con el servicio de electricidad, la tentación a la engañifa ha adquirido casi la categoría de hobbie en una inmensa mayoría de ciudadanos.

Los que se “roban” la luz del vecino o de los cables de una empresa distribuidora, o los que siendo clientes manipulan contadores para borrar registros de consumo, le ocasionan pérdidas millonarias a las Edes.

Y producto de ese engaño, los que pagan los platos rotos son aquellos usuarios que religiosamente cargan con los aumentos tarifarios de una energía que otros se roban o truquean contadores, y los que con sus impuestos cubren las evasiones y robos al erario que realizan los más avivatos.

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