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¡Alto al bandolerismo haitiano!

Actuando con el mismo estilo de las bandas armadas que hoy se reparten su país, haitianos indocumentados atacaron a pedradas el martes a los agentes migratorios que realizaban una inspección rutinaria en el residencial Ciudad Juan Bosch, en soberbio desprecio a la ley y a la autoridad dominicana.

Ese tipo de comportamiento no es nuevo ni sorprendente.

Hay una larga lista de reyertas en las que haitianos que han ingresado y permanecido irregularmente en el país aparecen agrediendo a ciudadanos civiles y militares o involucrados en atracos, en violaciones sexuales y en otros actos delictivos, a menudo sin mayores consecuencias.

Ningún país en el que las leyes se respeten puede tolerar semejantes actos de sublevación de extranjeros frente a la autoridad. Por eso ha sido correcta la respuesta contundente de la dirección de Migración al apresar y depurar para su repatriación a decenas de los vándalos que protagonizaron el ataque.

Que se vayan para Haití a trabajar y sacar a su país del atolladero y que aquí no vuelvan a replicar sus malas conductas, sus intolerables rebeldías y descaros frente a las reglas de la convivencia social dominicana, que ya exasperan y enfurecen a una buena parte de la sociedad.

Encima de que están indocumentados en el país, no hacen honor a la política de acogida que ha permitido que, sin poseer documentos de identidad o de ingreso al territorio, trabajen y se beneficien de las ventajas de vivir en una sociedad más organizada que la suya, o de recibir atenciones médicas gratuitas y acceso a la educación formal.

La violenta reacción a la inspección de los agentes de la Dirección General de Migración ha constituido un hecho insólito que debe de servir como signo de alerta y alarma acerca de los peligros que acechan a un país sistemáticamente infiltrado y ocupado por extranjeros sin identidad.

Envalentonados y decididos a no someterse a la autoridad, los vándalos haitianos sembraron terror y pánico en un residencial de dominicanos laboriosos, de la misma manera en que lo han hecho en otros lugares, en una cadena de reincidencias que solo se explica por la tibieza, el miedo y la actitud timorata con que han sido tratados sus desmanes.

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