REFLEXIONES DEL DIRECTOR
Cerebro y libreta, no más
Una buena capacidad de memoria y una gruesa libreta de apuntes fueron, por muchos años, las mejores armas de trabajo de los reporteros.
Como en aquellos tiempos no existían grabadoras de voz portátiles , la llegada de las primeras a las redacciones fue un sorpresivo soplo de modernidad y preludio de cambios.
Los primeros aparatos que usaron en el país los reporteros radiales y de periódicos impresos parecían bolsos de mujeres. Los pocos a los que se les autorizó su uso se ufanaban de portar la última maravilla de la tecnología, la que vendría a sustituir a la libreta de notas, para entonces la herramienta más confiable en el registro de los hechos.
Los que no tenían el privilegio de portar grabadoras, la buena memoria retentiva seguía siendo auxiliar perfecta, crucial, imprescindible,para retener una parte significativa de lo que no podia escribirse con rapidez y claridad.
Saber taquigrafía y mecanografía eran requisitos fundamentales para el ejercicio del reporterismo, bases de nuestras destrezas y blindaje de nuestra armadura. Con el método de combinar signos o abreviaturas, los más diestros reporteros podían registrar casi un 80 porciento de lo que dijera un entrevistado.
Al conocer las técnicas de la mecanografía, los reporteros estaban aptos para escribir sobre el teclado de una maquinilla con los diez dedos casi al mismo tiempo.
En el clímax de la producción en la tarde, las trepidantes maquinillas y los sucesivos timbres que sonaban cuando se pasaba de una línea a otra en las cuartillas de papel le daban un toque de vida especial a la sala, lo que ya no se siente igual en las redacciones modernas.
Si bien la taquigrafía era esencial, escribir con garabatos tenía sus riesgos. Porque si la mente no hacía, simultáneamente, el trabajo de grabar y retener la declaración, fácilmente en la relectura o revisión de lo escrito podía jugarle una mala pasada al reportero.
Como me pasó a mi, en mi amateurismo periodístico, al distorsionar involuntariamente la expresión de un conferencista chileno que vino a promover el uso de los anticonceptivos. Le atribuí decir que los anticonceptivos no eran eficaces, todo lo contrario de su postulado.Y el hombre, al otro día, indignado y casi a punto de un colapso de su presión sanguínea, vino al periódico a reclamar la fe de errata.
Luego de este fiasco con el que inauguré mi carrera, me esmeré más en conectar mente con grafía, para depender más de la primera. Con los años, asistí a muchas entrevistas en las que apenas usaba la libreta para datos puntuales,como fechas, nombres o cantidades. Y algunos entrevistados, extrañados, me preguntaban el porqué no lo hacía. Todavía me creo que el método me funcionó bien.
Cuando reviso mis experiencias del pasado y veo a los periodistas de hoy trabajando con un impresionante andamiaje tecnológico, sin tener que forzar el cerebro ni escribir todo lo que se le antojase a un declarante para poder llegar a sus redacciones a resetear lo que quedó en su mente y en sus gruesas libretas, no dejo de pensar en cómo hubiese sido el reporterismo de nuestro tiempo si tuviesemos tan formidables armas a nuestro alcance.
A good memory capacity and a thick notebook were, for many years, the best work weapons of the reporters.
Since there were no portable voice recorders in those days, the arrival of the first ones in newsrooms was a surprising breath of modernity and a prelude to change.
The first gadgets used by radio and print newspaper reporters in the country looked like women's bags. The few who were authorized to use it boasted of carrying the latest marvel of technology, the one that would come to replace the notebook, by then the most reliable tool for recording events.
For those who did not have the privilege of carrying tape recorders, a good retentive memory continued to be the perfect auxiliary, crucial, essential, to retain a significant part of what could not be written quickly and clearly.
Knowing shorthand and typing were fundamental requirements for the exercise of reporting, bases of our skills and shielding of our armor. With the method of combining signs or abbreviations, the most skilled reporters could record almost 80 percent of what an interviewee said.
Knowing the techniques of typing, reporters were able to type on a typewriter keyboard with all ten fingers at almost the same time.
At the climax of the production in the afternoon, the fast-paced razors and the successive bells that sounded when going from one line to another on the sheets of paper gave a special touch of life to the room, which no longer feels the same. in modern newsrooms.
While shorthand was essential, scribbling had its risks. Because if the mind did not simultaneously record and retain the statement, it could easily play a trick on the reporter when rereading or revising what was written.
As it happened to me, in my journalistic amateurism, by involuntarily distorting the expression of a Chilean speaker who came to promote the use of contraceptives. I attributed to him saying that contraceptives were not effective, quite the opposite of his postulate. And the man, the next day, indignant and almost on the verge of a collapse of his blood pressure, came to the newspaper to claim the errata.
After this fiasco with which I started my career, I took more care to connect mind with spelling, to depend more on the first. Over the years, I have attended many interviews where I barely used the notebook for specific information, such as dates, names or amounts. And some interviewees, surprised, asked me why I didn't do it. I still think the method worked fine for me.
When I review my past experiences and see today's journalists working with an impressive technological scaffolding, without having to strain their brains or write everything that a declarant wanted to be able to get to their newsrooms to reset what was left in their mind and in their thick notebooks, I can't stop thinking about what reporting would have been like in our time if we had such formidable weapons at our disposal.