Opinión

Trato médico imperdonable

Antes fue Ashley, la adolescente despachada de un hospital público recién operada, y ahora Rosmeiry, tan pobre como aquella, cuya vida pende de un hilo tras un proceso quirúrgico fallido en otro centro del Estado.

Los pobres, en definitiva, no son pacientes con suerte. Por su propia condición, las atenciones nunca son las más esmeradas y parecería que, en lugar de ser humanos, son escorias de la sociedad.

Y esto es, francamente, imperdonable.

Rosmeiry, de ocho años de edad, fue llevada de urgencia al moderno hospital Doctor Hugo Mendoza, desde el poblado de Yamasá, estremecida por un raro malestar. La entraron a cirugía para operarla de apendicitis, pero una vez con el estómago abierto los médicos descubrieron que ese órgano no estaba afectado.

No obstante pasar cinco horas en el quirófano y dos meses internada, fue despachada a su casa como un vegetal. Y así sigue todavía, con la agravante de que el hospital no le ofrece a la familia una explicación convincente ni tampoco la recibe de nuevo.

La familia ha acudido a otros centros buscando atenciones de emergencia, pero como suele ocurrir, y esto lo ha denunciado el LISTÍN DIARIO frecuentemente, la han rebotado.

Como carecen de seguros de salud, tanto Ashley como Rosmeiry son víctimas gratuitas de un sistema clínico y hospitalario bastante sesgado por los tratos inhumanos y más propensos a la mercurialidad.

Ya está bueno de tanto trato discriminatorio e inapropiado con los pacientes pobres.

Este caso amerita de una investigación y una explicación por parte de las autoridades sanitarias.

A este sistema hay que desmontarle ya sus elementos críticos, como los cobros de anticipos para internamientos, las desatenciones y carencias de insumos y medicamentos y las altas a destiempo de los recién operados.

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