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El toque funcionó bien

En términos prácticos, el modelo de toque de queda el pasado fin de semana resultó una experiencia positiva a los fines que se persiguen para reducir la movilidad humana y, en consecuencia, los riesgos de mayor contagio del coronavirus.

Aun con los aislados e incontrolables casos de “teteos” populares esos dos días, el modelo de cierre a partir de las 3:00 de la tarde demostró sus efectos: hubo menos gentes y vehículos vagando o circulando en las calles, es decir, menos carnadas para el Covid.

Ahora el gobierno ha reimplantado el primer modelo, a sabiendas de que independientemente del éxito de la campaña de vacunación nacional comunitaria existe una poderosa gravitación de distintas variables del coronavirus, más contagiosas que las anteriores.

Pudimos ahora, en esta segunda fase del modelo de toque, ampliar un poco más el horario de lunes a viernes si no se considera pertinente, como sería lo ideal, el cierre completo de la capital y unas cuantas ciudades-foco durante una semana.

Esta ha sido la práctica, inevitable pero necesaria, a la que han recurrido algunos países para frenar las altas olas de contagio que han registrado pese a sus exitosas vacunaciones.

Con los actuales indicadores en alza, tanto en muertes como en contagios que ya han ejercido enorme presión por camas y atenciones médicas en clínicas y hospitales, la realidad nos obliga inexorablemente a apretar las restricciones, por el bien de millares de ciudadanos.

Es mejor prevenir que abrirnos a mayores riesgos para la salud y la vida, aunque sea por un corto tiempo. Vale la pena que hagamos este sacrificio.

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