Válvulas de escape a una capital asfixiada

La capital tiene demasiados puntos estresantes para el tráfico de vehículos que ameritan de urgente intervención del gobierno antes de que, en un momento dado, las vías se tornen intransitables.

Al menos para dos de ellos, como son los tramos del kilómetro 9 de la autopista Duarte y más al sur el de la intersección de la 27 de Febrero e Isabel Aguiar, se han contemplado abrir carriles soterrados y ampliación de espacios.

También se contempla una readecuación de los carriles que confluyen en la rotonda de la Plaza de la Bandera, otro epicentro de tapones vehiculares, para darle fluidez a la circulación.

Estas intervenciones las hará el Ministerio de Obras Públicas este mismo año.

Son oportunas y necesarias para una ciudad atrapada por la sobrecarga de vehículos que buscan abrirse paso en avenidas ya estrechas y con pocas soluciones de pasos a desnivel, elevados o túneles, que sirvan de válvulas de escape a este caos.

Pero de nada valdría una reingeniería vial de esta envergadura si no va acompañada de un sistema de ordenación y vigilancia del tránsito por parte de las autoridades.

Ese es el gran problema: que en medio de los taponamientos habituales los conductores y los agentes de tránsito no ayudan eficazmente al cumplimiento de las normas.