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El que no coopera es, entonces, un cómplice

El presidente Luis Abinader alcanzó el poder abrazado a una promesa: lu­char contra la corrupción administra­tiva, tanto la pasada, como la que pu­diera incubarse en su propio gobierno.

Para dar carácter a su promesa, una vez insta­lado en el poder promovió la independencia del ministerio público y hasta ahora, según lo admi­te la procuradora general, Miriam Germán, no se ha inmiscuido ni directa ni indirectamente en sus actuaciones.

No obstante, resulta preocupante la confesión que nos hiciera la magistrada Germán anteayer, en una visita de cortesía al LISTÍN DIARIO, en el sentido de que hay instituciones oficiales “renuen­tes” a cooperar con el ministerio público en los ac­tuales procesos de lucha contra la corrupción.

Si es así, quienes actúan de esa forma se es­tán convirtiendo de hecho en cómplices de la co­rrupción, escamoteando, ocultando o dilatando la entrega de informaciones relevantes.

En pocas palabras, están interfiriendo y entor­peciendo el esfuerzo del ministerio público, des­conociendo la voluntad del presidente Abinader de enfrentar este profundo flagelo y, lo más gra­ve, conspirando contra las expectativas de una sociedad que confió en esa promesa.

Tanto el ministerio público como la judicatu­ra, en sentido general, tienen ahora la oportu­nidad de ganarse la confianza de la población llevando a cabo esa lucha con respeto al debido proceso de modo que los ciudadanos no sientan nunca el temor de denunciar la corrupción, ni mucho menos se presten para encubrirla.

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