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El asalto a las aceras

Con calles taponadas de vehículos y las aceras atiborradas de mercan­cías que trastornan la vida de los transeúntes, la capital es la imagen viva del caos urbano.

Todo el precario orden que existía se ha de­gradado y ahora lo más común es ver a tran­seúntes caminando por las calles y a muchos vehículos desvencijados mezclados con cha­tarras, muebles, cocinas públicas y tiendas de ropas en las aceras.

Este brutal asalto de los espacios públicos se ha agudizado con la pandemia, que ha traído desempleo y cierre de negocios forma­les, alentando la búsqueda desesperada de opciones para sobrevivir, lo cual representa un serio problema para los cabildos de nues­tra metrópoli.

Subsanar el desorden es una tarea difícil mientras las prioridades de las autoridades estén enfocadas hacia el manejo de la pande­mia y la ocupación de las aceras, como espa­cios para negocios de todo tipo, sea asumida como una alternativa de subsistencia de los que han perdido empleos e ingresos.

Desalojar tarantines, mini mercados de piezas, ropas, comestibles o talleres de todo tipo a cielo abierto, requeriría de un plan de recuperación de largo alcance, cada vez más necesario para proteger a la ciudadanía de los efectos contaminantes que generan las basuras y otros desechos.

A esto hay que agregarle decisiones más contundentes del gobierno y la autoridad municipal para controlar las emanaciones generadas por miles de vehículos de motor atascados por marchas lentas o tapones en sus calles, entre ellas la circulación de camio­nes y patanas por cualquier vía a toda hora.

Todo este cuadro de problemáticas incide también en la salud y el ambiente, pero sobre todo, en los resultados que tienen estas ex­periencias frustrantes en el ánimo y el tem­peramento de los ciudadanos, cada vez más próximos a la exasperación, a la irritación y a la violencia.

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