Opinión

EDITORIAL

Una DICAN estigmatizada

Más allá del anacronismo de mantener un esquema de duplicidades en la lucha contra las drogas, la disolución de la Dirección Central de Narcóticos de la Policía (DICAN) parece obedecer a un estigma que la asociaba a infames contubernios con el microtráfico.

El propio ministro administrativo de la Presidencia dijo francamente que miembros de esa unidad se hacían cómplices del narcotráfico en algunas barriadas del país, lo cual tiene visos de realidad por el historial de escándalos que la mancharon en el pasado.

Resulta obvio que en la lucha contra las drogas, así como en las estructuras de la inteligencia nacional, no caben las duplicidades ni las islas de poder que se disputan entre sí el control de las operaciones o que no suelen compartir informaciones ni articular estrategias en conjunto.

No hay dudas de que, más allá del estigma de la DICAN, su institución matriz también presenta cuadros de anomalías que se reflejan en los comportamientos de muchos de sus miembros confabulados con el variopinto mundo del crimen organizado.

De ahí que este paso podría ayudar a los esfuerzos, muy vanos hasta ahora, de someter a la Policía a una profunda cirugía profiláctica para transformar su perfil y accionar, y convertirla en un ente eficaz en la tarea de preservar el orden público y las vidas de los ciudadanos.

Ahora bien, ¿qué van a hacer con los miembros de la DICAN ya disuelta?

Lo menos que corresponde es hacer una verdadera depuración y con los que queden proceder a fortalecer los servicios de vigilancia en las calles y el control del caótico sistema de tránsito, muy necesitados de refuerzos en términos numéricos y cualitativos.

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