Cuidemos esa vaca lechera
Las remesas de divisas de los dominicanos que viven en el exterior constituyen una especie de vaca lechera para el sustento de nuestra economía.
Solo el año pasado, en medio del fuerte azote de la pandemia, las remesas superaron los 8,000 millones de dólares, una formidable inyección de recursos frescos para una economía paralizada.
Ese dinero simboliza la solidaridad y el sacrificio de los dominicanos de la diáspora con los suyos aquí.
Es una especie de fuente nutricia en familias pobres que no pueden sobrevivir solo con algunas ayudas medianas del Gobierno, mucho menos en un ambiente de economía anémica provocada por la crisis.
Gran revuelo ha causado la propuesta del cónsul dominicano en Nueva York, Eligio Jáquez, de imponer un gravamen para financiar proyectos de desarrollo en favor de la diáspora.
A tiempo, sin embargo, el gobierno la rechazó, considerándola ilógica e impracticable.
Más que ambos calificativos, lo que cabría es llamarla injusta, abusiva e inoportuna.
Porque nadie puede interferir en la voluntad del que remesa las ayudas, ni en el destino que quiera darle el beneficiado, enajenando recursos que se ganaron, ahorraron y donaron dominicanos sin que el gobierno tuviera arte ni parte en esas ganancias.