EDITORIAL

Lo bueno del año malo

El 2020 fue, sin dudas, un año malo. Traumático y funesto. Poco grato para recordar. Pero dejó abiertas, con el sacudido pandémico, nuevas opciones llamadas a enrumbar al mundo por otros senderos.

Por las expresiones y aspiraciones contenidas en los mensajes de despedida de 2020 se aprecian las nuevas prioridades humanas: más atención y cuidado en la salud, mayor valoración de la familia y su unidad como núcleo y moderación en el consumo, entre otras.

Al tener la seguridad de que el futuro, a partir de 2021, sigue siendo incierto por la pandemia o epidemias emergentes, el ciudadano planificará y actuará en función de estas realidades.

Subestimará las cosas que no tengan valor o utilidad en sus vidas para asumir otros estilos de coexistencia.

El trauma económico y social de la pandemia tuvo de bueno que hizo descubrir las potencialidades y utilidades de la tecnología, como brazos de apoyo para reenfocar las atenciones a la salud, la educación y el nuevo modelo de teletrabajo que forzosamente modificarán nuestros patrones de vida.

Nos dimos cuenta de muchas carencias y flaquezas ocultas que ameritan ser superadas y de lo necesario que el país refuerce su sistema institucional, dándole paso a nuevos parámetros de vida política en un verdadero estado social y de derechos.

En definitiva, el 2020 tuvo también de bueno que nos hizo pensar en nosotros mismos y los demás, dándole más relieve al humanismo que al materialismo, a lo esencial frente a lo superfluo y a vivir mejor el presente, el hoy, que es lo único real que existe.

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