FASE equivale a estabilidad
El programa FASE 2 debe mantenerse por lo menos hasta los tres primeros meses del año 2021.
Es la única garantía para la estabilidad social y económica del país en medio de las tribulaciones y desajustes causados por la pandemia del coronavirus.
Si se suprime en diciembre se reduciría la demanda de bienes y servicios, al dejar sin ingresos a los empleados que se benefician del programa, lo cual, a su vez, bajaría las recaudaciones del gobierno por concepto del ITBIS.
Las empresas verían caer más sus ventas, ya de por sí aminoradas por el efecto de la pandemia al perder los beneficiarios la capacidad de compra, lo cual entra en contradicción con los esfuerzos del gobierno para reactivar la economía de cara al 2021.
Sería una estocada mortal a la pequeña y mediana empresa, principalmente las de servicios, que no solo verían mermados sus ingresos, sino que las empujaría a buscar recursos que no tienen para pagar las prestaciones laborales de sus colaboradores si quedasen fuera de FASE.
Como el flujo de efectivo de estas empresas prácticamente está en rojo, no les quedaría otra opción que endeudarse con los bancos, siempre y cuando estén en capacidad de hacerlo.
Indudablemente veríamos muchos negocios terminar de quebrar, principalmente bares, restaurantes y franquicias internacionales de comida.
Si bien muchos de los hoteles turísticos están abiertos, mantienen parte del personal en el programa FASE a la espera de aumentar la ocupación hotelera. De suspenderse la ayuda, tendrán que desvincular ese personal y pagarles sus prestaciones laborales, lo que también los obligaría a acudir a préstamos bancarios.
Cabe entonces preguntarse ¿de qué habrá valido el sacrificio y apoyo económico del gobierno para relanzar al turismo si con tan solo suprimir el programa FASE se podría derrumbar el sector, mandando un mensaje negativo a los tours operadores turísticos y los turistas en general?
El impacto social de la supresión de FASE en diciembre sería catastrófico, dejando sin el único ingreso a las familias acogidas al programa.
Sumándole a esto la situación de estrés que vive la sociedad por la pandemia, podría constituir un caldo de cultivo para estallidos sociales que, bajo las actuales circunstancias, nadie desearía.