Los falsos positivos de una “real normalidad”
Definitivamente hemos bajado los brazos en la lucha contra el Covid- 19 y como nadie aprende en cabeza ajena, probablemente no estemos midiendo la intensidad de su peligro, que es la misma desde el principio.
Por eso abundan las fiestas ilegales, las multitudes que gozan las cherchas nocturnas en las calles en horarios de toque de queda, el relajamiento de las medidas de prevención y volviendo a las rutinas del pasado, como si ya la pandemia hubiese cesado.
Que la tasa de contagios, muertes y hospitalizaciones haya bajado en las últimas semanas no debe ser motivo para asumir los falsos positivos de una real “normalidad”.
La dramática experiencia de una Europa atrapada de nuevo en el confinamiento y las medidas restrictivas al comercio, la diversión y el trabajo presencial, nos dice que nadie puede cantar victoria ahora ni sentirse liberado de la pandemia.
El contagio del ministro, un viceministro, un funcionario y dos empleados de Salud Pública, pone en evidencia que el virus está en cualquier parte, aún en aquellas en las que aparentemente se extreman las medidas de protección.
Una situación semejante puede darse en otras oficinas públicas y establecimientos privados donde, según las evidencias primarias, los controles de temperatura corporal, distanciamiento entre personas y desinfección de manos han sido descuidados.
En medio de esta sensación de que ya no hay pandemia, es preocupante que se haya notado en los registros oficiales una reducción en la toma y procesamiento de las pruebas diagnósticas, lo que nos privaría de un confiable monitoreo y rastreo de infectados o asintomáticos.
Como afirma la Organización Mundial de la Salud, no es aconsejable auto-engañarnos con una frágil normalidad que puede ser, a la vez, la peligrosa incubadora de otra oleada letal e incontenible del Covid-19.