El mal “padrastro”, un monstruo agazapado
Un padrastro debe ser, teóricamente, un padre sustituto. Pero en el país hay demasiados con ese inmerecido título que, en realidad, son monstruos agazapados, asesinos silentes como ciertos cánceres.
Son muchos los episodios en que estos falsos padrastros aparecen como protagonistas de historias de abusos, violaciones sexuales y asesinatos de niños y adolescentes con los que conviven bajo el techo familiar.
El más reciente de ellos es el de un joven de 27 años, quien ha estado preso por violación sexual y reincide una vez más. Ahora estupró y mató a su hijastra adolescente, machacándole el cráneo con una piedra.
La joven desdichada fue Perla Taveras, de 17 años, residente en el sector La Zurza.
Lo que preocupa es la cantidad de casos semejantes. Unos que se denuncian o se descubren cuando terminan dramáticamente, y otros, la mayoría, que se ocultan por causa de un chantaje y amenaza o que quedan en el secreto forzado de la víctima humillada y avergonzada.
Las parejas en las que existe un padrastro son vulnerables a estos riesgos. Por lo general, los organismos que dan asistencia legal o psicológica para casos de violencia intrafamiliar se esmeran y enfocan en los peligros de los feminicidios.
No sabemos hasta qué punto hay programas sistemáticos para proteger a los adolescentes de las intenciones morbosas de los padrastros, aunque en apariencia luzcan como inofensivos, cuando se les permite una relación o coexistencia sin límites ni precauciones.
Hay excepciones, desde luego, con padrastros que actúan como verdaderos padres de niños y adolescentes cuyos progenitores son sinvergüenzas e irresponsables que los abandonan o no les brindan el debido cariño ni protección a sus hijos.
El caso de Perla Taveras, una vida joven y más útil que la de su padrastro, tronchada en medio de un camino de éxitos en la escuela, le parte el alma a esta sociedad, conmovida y adolorida por este crimen.
Otro más de una larga cadena.