Ahora viene la pandemia del hambre
Tras la devastación económica y sanitaria del coronavirus lo que le espera al país, en los próximos meses, es la pandemia del hambre.
Los pronósticos más sombríos son los de que para el año próximo la malnutrición severa, entiéndase hambre crónica, afectaría a un 7 por ciento de nuestra población, principalmente a niños y adultos mayores vulnerables.
Ese problema lo teníamos controlado en 2019 a la tasa del 1 por ciento, una de las más bajas en el mundo gracias a los programas de seguridad alimenticia, que se han venido al suelo como parte de las secuelas del Covid-19.
Este pronóstico, elaborado por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, entraña un serio y crucial desafío para nuestro país, que ya debe ir preparando una estrategia de mitigación.
Como muchas personas han perdido sus ingresos y la producción de alimentos también ha sufrido una brutal recaída, es preciso diseñar y aplicar un programa de alimentos seguros, nutritivos y suficientes para enfrentar esta nueva pandemia.
No solo se trata de buscar más recursos para preparar canastas alimenticias para los pobres o los excluidos del trabajo productivo y remunerativo, sino de garantizar que tales alimentos contengan los micro-nutrientes adecuados.
Estamos a las puertas de una crisis humanitaria creada por el déficit de alimentos para una población vulnerable que, además, habría de compartir igual derrotero con Haití, donde la situación es tan grave que desde allí miran para acá como la tierra de promisión y de salvación.