Maldades y travesuras en las transiciones
Es una constante que, en las transiciones del poder de un partido a otro, algunos funcionarios o subalternos incurran en travesuras y sustracciones de los bienes del Estado.
En una de esas, los funcionarios desahuciados se llevaron vehículos, equipos, obras artísticas y documentos de su gestión.
Las nuevas autoridades de entonces tuvieron que disponer de brigadas policiales para recuperar esos bienes, o parte de ellos, para el sonrojo y vergüenza de las familias de los incumbentes cesantes.
La práctica no discrimina entre partidos políticos. De las filas de estos, en distintas transiciones, tales maldades han sido registradas.
O los funcionarios o subalternos llegaron a creer que esos bienes del Estado eran patrimonio suyo, o pensaron que al usurparlos ilegalmente perjudicaban a los sucesores o les ataban las manos para dar continuidad a proyectos.
Una costumbre, malsana, ha sido el dispendio masivo de fondos, comprometiéndolos en pagos, pensiones, liquidaciones o en obras de gran calado presupuestal, para dejar exhaustas las arcas públicas en perjuicio de los entrantes.
De esa forma, se ilegitiman acciones que, por su propia naturaleza, tenían el sello legal que confiere el hecho de que fueron dispuestas dentro del mandato y las potestades de las autoridades salientes.
Pero, en el fondo, no dejaban de ser perjudiciales, injustificadas y atemporales, amparadas en un inexplicable y extraño comportamiento que solo refleja venganza, maldad e irrespeto a las sagradas responsabilidades que ostentaban.