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Reflexiones del director

Los nuevos monjes benedictinos del periodismo

Desde el invento de la imprenta en 1452, los libros y los periódicos resultaron ser los mejores vehículos del conocimiento y de la información.

Antes del siglo 10, cuando la humanidad aún ni soñaba con la utilidad de este formidable invento de la imprenta, los libros se hacían con escritura manual.

Y, en esa tarea, los monjes benedictinos o los egregios intelectuales monásticos eran los que se ocupaban de recoger, ordenar y escribir los resultados de las investigaciones y las enseñanzas de los más ilustrados.

Un amigo lector me recordó la anécdota de un famoso monje benedictino que un día escuchó la noticia de que habían inventado un aparato o máquina que imprimía letras y de repente pensó que su oficio ya había muerto.

Con 75 años, la mayoría de ellos dedicados al trabajo de copista, el monje reflexionó: Lo único que sé hacer es copiar libros. Mi única alternativa es retirarme o aprender el nuevo oficio. Y optó por la última.

Esta moraleja va para los periodistas tradicionales, ahora que una revolución tecnológica nos coloca en el camino de modelar un periodismo en las plataformas digitales, primordialmente, que vino para quedarse.

Naturalmente, en esta revolución que ya brotó de golpe, el esfuerzo hacia el “digital first” debe convertirnos en los nuevos monjes benedictinos del periodismo, que reinventaron su oficio y siguieron aportando lo mejor desde el “Scriptorium”, en este caso el diario impreso, fuente de calidad, profundidad y veracidad e instrumento insuperable de la lucha por la democratización de las sociedades.

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