Cuarentena y poscuarentena
No podemos aspirar a una pronta poscuarentena en la que pavimentaremos la vía de la recuperación nacional si antes no cumplimos bien la verdadera regla del confinamiento total frente a la pandemia del coronavirus.
Como advierten los especialistas y lo refleja la evolución del nivel de contagio, todavía no hemos atravesado por el vórtice de la tormenta. Lo peor no ha llegado.
Por lo tanto, es extemporáneo y hasta suicida plantearse siquiera la reapertura de las actividades productivas aún en las provincias menos afectadas por el virus, en la pretensión de crear una falsa atmósfera de normalidad que no existe.
Hasta ahora, según las experiencias de los países más seriamente vapuleados por la pandemia, la cuarentena es la primera regla táctica de la estrategia para contener la propagación.
De su éxito depende la entrada, en el momento y las condiciones adecuadas, para la poscuarentena o inicio de la recuperación bajo una nueva “normalidad”. Para nosotros, esa hora todavía no ha sonado.
Como lo aseguran expertos del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussetts, Estados Unidos, atenuar las medidas de confinamiento “podría conducir a un desastre”, algo que en términos casi parecidos dijo el Presidente de India al comprobar que el levantamiento de las restricciones provocó un rebrote de los casos.
Hay sectores presionando para este temprano levantamiento de las restricciones, a sabiendas de que aquí no se han cumplido cabalmente las reglas de la cuarentena.
Comprendemos que lo hacen al conjuro de una aspiración de toda la ciudadanía. Pero el enfermo no está de alta todavía. Lo ideal hubiese sido que no existiese pandemia, ni sus consecuencias trágicas y catastróficas para la economía, ni cuarentena ni toques de queda.
Pero la realidad es otra, diametralmente opuesta a nuestros deseos, y debemos afrontarla con los mayores y cruciales sacrificios. Y aspirar a salir bien de la prueba, antes de pasar a la ansiada poscuarentena, que nadie tampoco sabe que nos deparará.