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Mascarillas y algo más

Haití, tenido como un Estado fallido, ha encargado 10 millones de mascarillas para repartirlas entre sus ciudadanos como parte de los aprestos preventivos frente al coronavirus, a pesar de su aguda precariedad económica.

¿No deberíamos hacer lo mismo aquí para proteger a los nuestros y hacer obligatorio su uso, cuando menos?

Los vecinos han demostrado ser más diligentes en la adopción de medidas apropiadas para enfrentar la pandemia, aunque su gobierno se sostenga en una frágil legitimidad, pues no solo cerraron unilateralmente la frontera con nuestro país sino que también tomaron la delantera al prohibir los vuelos desde los países más afectados por el virus.

Aquí, contando con un régimen de toque de queda de 13 horas y un declarado estado de emergencia, estamos compelidos a recurrir a todos los procedimientos que ya en otros países han demostrado su sentido de oportunidad, como el uso universal de las mascarillas y el distanciamiento entre personas, estrictamente.

Duele ver cómo muchos dominicanos, asintomáticos hasta prueba en contrario, se desplazan o se aglomeran sin mascarillas y toman a chiste el rigor del toque de queda y las aconsejables medidas de aislamiento social.

Otra medida urgente, ya aprobada por el Gobierno pero insuficientemente socializada, es la de facilitar las pruebas diagnósticas gratuitas para identificar y aislar a tiempo a los que presentan signos de contagio.

Sin ese control, sin ese distanciamiento social, sin ese respeto al toque de queda y con miles de ciudadanos andando en las calles sin mascarillas, las posibilidades de contener la expansión del Covid-19 se tornan más limitadas.

Si la ciudadanía no hace conciencia de que estamos en medio del más serio peligro de subsistencia y no acata las medidas excepcionales de una rigurosa cuarentena, perderíamos la batalla.

Y esto sí que podría ser catastrófico. Ojalá que sea Dios el que no lo permita.

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