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EDITORIAL

Mal comienzo

El 2020 ha comenzado con la mancha luctuosa de cuatro feminicidios en un mismo día y una agresión que pudo devenir en el quinto, lo que de hecho constituye un récord en la historia de la violencia de género en el país.

Justamente ayer, en su oración del Angelus, el Sumo Pontífice, Francisco, clamó desde Roma por el respeto a la mujer, condenando la violencia, la humillación y las ofensas que se cometen contra ella, episodios muy comunes en nuestro país.

Es obvio que estamos bajo el influjo de un clima de paranoia machista en el cual han caído víctimas de maridos o exparejas resentidas y vengativas más de 80 mujeres en los últimos doce meses.

Por más estupor que provocan estos crímenes en la sociedad, todavía no se ha encontrado la respuesta efectiva para una reducción o prevención de estos episodios, pese a los anuncios de que se está aplicando una política concreta frente a los feminicidios.

Predomina la vulnerabilidad en los casos de mujeres que, tras ser amenazadas y haber interpuesto las debidas querellas ante las autoridades, son finalmente asesinadas o gravemente heridas por sus parejas o exparejas o por despechados enamorados.

Si escandaloso resulta la cifra de feminicidios, más lo es la de los millares de mujeres que se han querellado ante la Policía o las fiscalías, o las que no se han atrevido a hacerlo, que probablemente duplicaría las primeras.

En varios casos, los autores de los feminicidios se han suicidado en el mismo escenario, o lo intentaron sin éxito.

Y no han faltado los episodios de feminicidios que pudieron prevenirse, como el de aquellas mujeres que, tras una primera agresión física, con disparos de balas o puñaladas, resultaron rematadas cuando sus agresores salieron de las cárceles al cumplir sus penas, o bajo la promesa de no acercarse a sus antiguas parejas.

En lugar de perder el tiempo discutiendo la causa real de un feminicidio o buscando el factor de mayor peso que induce a esta agresión mortal, lo que se impone es la implantación y aplicación de medidas para mantener a raya, por lo menos, a los potenciales agresores, es decir, aquellos que ya mostraron sus cartas siniestras, y luego hablemos de una política general más práctica que teórica; más realista que utópica.

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