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El vallado de nuestra frontera

Los vallados fronterizos sobrepasan los 70 en distintas partes del mundo, un reflejo de los esfuerzos por contener la migración ilegal y los contrabandos, primordialmente.

Otros muros obedecen a razones de seguridad nacional, como el que existe en la frontera de India y Pakistán y entre este y Afganistán, el de Palestina, establecidos para impedir el ingreso de fuerzas armadas adversarias a sus territorios.

No es nada de extrañar que la República Dominicana desarrolle una política de instalación de vallados en distintos tramos de la frontera con Haití, más que nada como preventivos a la descontrolada e ilegal migración de haitianos o al tráfico de drogas, armas y otros contrabandos.

Siguiendo recomendaciones de la Organización Mundial de Aduanas, nuestro país ha emprendido la construcción de cinco centros de gestión integrada, que sirven a los propósitos de seguridad nacional y control aduanero.

El muro o verja perimentral que ya existe, por tramos, en distintos puntos de la frontera, ha permitido al país la progresiva recuperación de tierras de nadie que, en medio del descontrol de las migraciones, asumieron como propias los haitianos.

Mas allá de lo que estos muros representan en el fortalecimiento de la soberanía nacional, los puestos de control ayudan a ambos países a tener un sistema menos vulnerable a la evasión fiscal y a prevenir conflictos por la posesión de la tierra.

La prioridad dominicana es, antes que nada, blindar en lo posible su línea fronteriza para ejercer una mejor regulación del cruce de personas y mercancías, que es el mismo principio que justifica muchos de los 70 vallados fronterizos que existen hoy en el mundo.

Con todo el derecho que nos asiste como nación soberana, nadie puede cuestionar la ampliación de esta cadena de enverjados ni los propósitos que perseguimos con ella.

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